No contentos con el irrespeto a Javier Delgado, capitán histórico, pusieron a Wilmer López –otro emblema rojinegro y del fútbol nacional– a soñar despierto, tanto que el pobre pasó una noche en vela, mirando al techo en su vigilia por el sueño largamente acariciado de convertirse en el timonel titular del primer equipo…
Y, bueno, por los vientos que corren, ojalá y no lo vayan a dejar “viendo pal’ ciprés”.
Nada nuevo bajo el sol. Tanto en la Ciudad de los Mangos como en las vecindades de San Juan del Murciélago, las ingratitudes para los referentes suelen ser monedas de curso común. Recordemos cómo en Horizonte Morado elevaron a Douglas Sequeira, honrándolo como entrenador de la primera división, para relegarlo después y desaparecerlo del cuerpo técnico del primer equipo.
Algo huele muy mal en el fútbol tico. Las metidas de pata de los dirigentes erizos, tendrían que llamar la atención de la sociedad. O, al menos, encender luces de alerta, pues valores como el decoro, la verdad y la ética están siendo pisoteados casi con regularidad. No nos acostumbremos, por favor.
En los sainetes de los últimos días saltó a escena Guilherme Farinha. Cansado de lidiar con las limitaciones con las que trabajaba en la Universidad de Costa Rica, la gota que colmó el vaso de su paciencia se derramó. ¡Oh, casualidad!, justo en la semana en la que José Giacone dimitió como director técnico alajuelense.
No nos acostumbremos. No es posible que unos pocos piensen que los demás somos tontos, dados los argumentos que esgrimen en los medios de comunicación colectiva. Si los señores de la Junta Directiva actual de la Liga reflexionan, concluirán que lo mejor que pueden hacer es dar un paso al costado, dejar a la institución a cargo de un comité de crisis y adelantar la asamblea de socios prevista para noviembre. En caso contrario, podría resultar demasiado tarde.