Que me perdonen Pelé, Maradona, Beckenbauer, Rivelino, Lato, Rossi, Zico, Platini, Butragueño, Zidane, Van Basten, Stoichkov, Figo, Batistuta, Beckham, Ronaldinho, Messi, Ronaldo y muchos otros dioses de ese olimpo color verde y líneas blancas, pero a quien más asocio con Zeus es al holandés Johan Cruyff (1947-2016).
Sí, me refiero al máximo exponente mundial del llamado fútbol total. Se conocía así porque ninguno de los jugadores tenía un papel determinado sino que –dependiendo de las circunstancias del encuentro– podía desempeñarse como defensa, mediocampista o delantero. Quien asumía un nuevo rol al calor del partido sabía que alguno de sus compañeros se encargaría de sustituirlo de inmediato en su posición anterior; esto le permitía al conjunto mantener su estructura táctica.
Los primeros equipos que lo pusieron en práctica se parecían más, muchísimo más, a un engranaje bien aceitado, afinado y coordinado que a una camisa de fuerza capaz de atar a los futbolistas a una zona de la cancha e impedirles movilizarse con libertad.
La primera vez que vi este mágico y ordenado sistema –que marcó un importante punto de ruptura en el mundo del balompié– fue entre el 13 de junio y el 7 de julio de 1974; es decir, en el Mundial Alemania 74.
En ese entonces yo era un carajillo de 12 años que a lo largo de esos 25 días casi no se separó de la pantalla del televisor. Disfruté de todos los partidos que disputaron las 16 selecciones, pero en especial de aquellos en los que Cruyff derrochaba inteligencia, arte, magia, talento, creatividad, picardía y claro sentido de lo que es este deporte.
El tulipán de oro o el Holandés Volador, dos de sus motes, era el director de orquesta, el maestro de ceremonias en esa escuadra dirigida por el también holandés Rinus Michels, a quien se identifica como padre intelectual del fútbol total.
Aunque Cruyff brilló también con el Ajax de Ámsterdam y el FC Barcelona, los mejores recuerdos que conservo de él son de ese Mundial de 1974, en el que su selección obtuvo el segundo lugar tras perder la final ante Alemania 2 a 1.
Aún así, que me perdonen los otros dioses del olimpo de los goles; todos fueron excelentes jugadores, pero Cruyff revolucionó el fútbol.