¿Le sorprendió cómo se dio su salida de Cartaginés?
Tenía entendido que se iba a hacer una evaluación integral. Jugamos domingo y el análisis se hizo muy rápido, tanto que el lunes dejé de ser el entrenador. Al nuevo técnico no lo contrataron martes, el mismo lunes en la noche lo tenían. Estaba definido. Quedé sorprendido.
¿Lo traicionaron?
No quiero usar palabras tan profundas porque no toda la gente se comportó de la misma manera. En el club hay personas honestas, que hablaron de frente. Solo considero que hubo desesperación o desequilibrio por el final del torneo y se hicieron juicios de valor muy rápidos de todo el trabajo.
Casi una semana antes de su salida se hablada de Jeaustin Campos, ¿cómo tomó esto?
Fue un episodio más de los vividos durante estos ocho meses. Lo pongo en el mismo lugar de cuando habían crisis graves en lo financiero, que había que resolver y poner a las partes en acuerdo. También lo pongo a la altura de aquellos días en los que vivimos tres asambleas y la inestabilidad estuvo a la orden del día. Lo que ocurrió la semana anterior en la que hablaron con otros técnicos y ofrecieron un puesto que estaba ocupado no es que no me sorprenda, pero está dentro de todo lo que se vive en Cartaginés.
Señaló que era un banquillo muy diferente, ¿por qué?
Por todo lo anterior y porque el nerviosismo, la presión y la inseguridad que se maneja hace que el banquillo no sea igual a los demás. Hay mucha frustración alrededor que hace que se tomen decisiones apuradas, malas o que algunas veces no se tomen medidas drásticas. Incluso en otros lugares tuve menos condiciones y planteles con menos calidad, pero eran clubes más estables.
¿Sale desgastado?
Sí. No puedo decir que salí fresco y entero de Cartaginés. En mi periodo hubo momentos en los que había que trabajar con una mano y con la otra defenderse, porque uno intentaba hacer algo y por otro lado lo atacaban.
¿Los problemas extracancha que vive Cartaginés hacen más difícil dirigir en este club?
Creo que quitan tiempo. Hay momentos en que hay que ocuparse de todo esto porque se llega a entrenar y hay preocupación en el grupo, todo repercute. Muchas veces primero se tuvo que aclarar la situación o llevarla a un punto seguro para luego entrenar.
¿Sentía que podía terminar su contrato en Cartaginés?
Claro, siempre pensé que podía terminar mi contrato porque estaba seguro y creía en lo que hacía, la gente que estaba cerca mío me parecía que entendía hacia dónde queríamos llevar las cosas, pero me equivoqué.
¿Hubo respaldo de los jugadores en la cancha?
Hubo compromiso y respeto hacia el trabajo y el club para dar lo mejor que podían. Por ahí los futbolistas por momentos también entran en el desequilibrio.
¿Su salida fue en buenos términos?
A nadie le gusta dejar un trabajo sin terminar. Hay planes que estaban trazados para cuando se completara el contrato, pero eso es algo que ya no pude hacer. En cuanto a la forma en la que se manejó la salida, acepté la decisión que tomó un sector de la junta directiva y luego negociamos y llegamos a un acuerdo satisfactorio para todos.
¿Qué fue lo más difícil de ser técnico de Cartaginés?
Algo que sentí es que cuando uno está afuera de Cartaginés admira mucho a la afición porque pese a no tener triunfos importantes sigue siendo fiel. Lo que anhelaba al llegar era ver un estadio disfrutando de ver jugar a su equipo y de las victorias, pero eso se logró muy pocas veces. El momento más lindo de todos fue ver a la gente compartir y abrazarse con nosotros cuando ganamos el Torneo de Copa. De ese tipo de momentos hubiera querido vivir muchos más, sin embargo no se pudo.
Nos es nuevo que un técnico en Cartaginés no termine su contrato ¿A qué siente que se debe esto?
Considero que se debe al nerviosismo de la gente, a esa falta de credibilidad apenas vienen momentos incómodos y el equipo pierde algunos partidos. Muchas personas se ponen nerviosas, se frustran rápido y toman decisiones en esos momentos. No es sencillo lidiar con muchos años en los que no se logran victorias trascendentes y con una afición desesperada de triunfos. Por más que a uno le incomode lo entiende y sabe que llega un momento en que es insostenible por toda la presión que genera el que pase un torneo más y no se logren los objetivos.
¿Se toman decisiones precipitadas en Cartaginés?
Sí, pero es por el mismo nervio y la presión por no alcanzar lo que se quería. Es difícil para el directivo sostener una situación así. Sin embargo, mientras no se alcance lo que se está buscando desde hace muchos años la exigencia siempre va a ser estar entre los mejores cuatro en cada torneo y eso no es fácil.
¿Hacia a dónde va su carrera ahora luego de estar en dos equipos tradicionales?
Mi idea era tomarme unos días de vacaciones y volver al trabajo con todo en Cartaginés, pero eso ya quedó atrás. En mi caso si hago planes y los cumplo. Ahora vendrán unos días de reflexión, conversar con los compañeros que estuvieron conmigo en el cuerpo técnico, descansar y pensar en el próximo reto, sabiendo que después de todo lo que aprendí voy a ser mejor entrenador.