Mordaz, filoso, polémico… Juan Luis Hernández es una colección de adjetivos que pintan los rasgos distintivos del personaje, en una historia de vida intensa que ya va por 68 años.
Recaló aquí hace poco más de tres décadas al frente de la modesta Asociación Deportiva Ramonense (ADR) e inició un peregrinaje récord de 698 partidos dirigidos en Primera.
Su palmarés de victorias trasciende el fútbol e incluye dos pulsos ganados al cáncer, espoleado por ese carácter que resonó en camerinos y canchas, y le granjeó amigos y enemigos.
Campeón con Herediano y subcampeón con Cartaginés, la Sele le sentó bien y montó el preámbulo del Aztecazo camino a Francia 98´, con un 3-3 que debió ser victoria histórica.
Jamás le cerró las puertas a nadie y eso lo llevó a equipos de bajo presupuesto, en donde en aras de asegurar resultados y permanencias en Primera, apostó por la cautela y se ganó fama de ultradefensivo.
Se puede estar de acuerdo o no con él, genera sentimientos encontrados a su paso, mas no se duda de que con el rigor como bandera jamás se guardó nada y peleó por sus verdades.
Hoy, con un principio de Parkinson como nuevo desafío de salud, está en la libreta de un grupo de allegados del Cartaginés como opción única para redimir a los blanquiazules de su presente de desventura desde la presidencia.
Este equipo es una historia inconclusa en la vida de Juan Luis, pues casi lo hace campeón aquella noche de final 1987-1988 ante Herediano, en donde un silbante anuló un gol limpio a José Chan que la imaginación popular bautizó como falta por “peligro de gol”.
Cartaginés no tiene secretos para él. Vive en el cantón central, es una figura más de su paisaje y a punta de trabajo se granjeó el respeto de quienes hoy lo ven como salvación.
Extraño su verbo filoso y mordaz, su capacidad natural para transformar una rueda de prensa postpartido en una trinchera, que desde su retiro del banquillo dejó de ser igual.
En Cartago y como eventual presidente le aguarda un desafío a la altura de su leyenda. La crisis azul es un mix de ingredientes históricos, económicos, culturales y sociológicos, que se sabe al dedillo y podría ayudar a resolver.
Le esperan, también, enemigos, pero eso para él es como un deleite porque siempre los encara, en ese plano o en cualquier instancia, porque luchar está en sus genes como charlar al amparo de un café.
Juan Luis presidente, lo pide la gente. El tiempo dirá cómo termina la última cruzada que le faltaba.