Después de ser galardonado Mejor Portero de la liga española y de consagrarse número uno de Brasil 2014 (aunque el Guante de Oro se lo dieran a un patrocinado por la marca oficial), Keylor Navas tuvo que aguardar un año sentado, viendo desde la banca al héroe herrumbrado, al mito en declive, a la antigua muralla convertida en cedazo. Calló, pero no cayó. Habló con acciones, redoblando esfuerzos en entrenamientos, no con frases de disconformidad en medios ni, mucho menos, en esas redes sociales que envuelven y destruyen a los imprudentes.
Aquí, en cambio, podríamos instituir El Bocón del Año, anti premio que sería tan o más peleado que el galardón al Mejor Jugador, con todo y menciones deshonrosas (en lugar de honoríficas) para el Cae Mal, el Provocador, el Picado, etc. Quizás pegándoles un buen “color” se les quitan a algunos las ganas de hablar yeguadas.
¿Para qué demonios un entrenador demerita los logros de su archirrival en Concacaf? ¿No se da cuenta que queda como mordido enfermizo? Es como el jugador joven que se auto retrata como ignorante, al pretender burlarse de la crítica de un ícono del club con un patético “no conozco a ese señor”.
¿Cómo diablos se puede ser tan metiche de inmiscuirse en temas privados de otro club, como, por ejemplo, las razones del despido de un DT? ¿Cómo hay técnicos que se atreven a poner en entredicho los cambios que hace un colega durante un partido? ¿Es eso ético?
¿Y los dirigentes? En lugar de unirse contra la violencia, levantar mallas o usar túneles inflables, según se necesite, le echan leña a la hoguera con declaraciones del tipo “que no jueguen de santos, porque allá, en su estadio, nos hacen lo mismo”, y los aludidos reaccionan igual, y así dan círculos a lo bestia, como perros mordiéndose la cola, mientras los futbolistas destruyen puertas, se agreden entre sí y provocan a los hinchas, y fuera del rectángulo llueven escupas, insultos, golpes y hasta balas. ¡Basta ya!
En cambio, allá, en España, un labriego de sueños oriundo de Pérez Zeledón cosecha los frutos de la ecuanimidad. Nunca se quejó por tener que salir del equipo de sus amores por razones mercadotécnicas ajenas al fútbol. Calló, pero no cayó. Y hoy es el titular indiscutible del Real Madrid. ¡Aprendan!