Buenos Aires. Firmó el contrato, hizo la sesión de fotos y la presentación formal ante 56.000 personas. Así se inició la historia de Neymar con el Barcelona. Son las primeras líneas de un libro que promete muchos capítulos. Pocas veces un fichaje adquiere ribetes tan mediáticos y rutilantes como el de este chico de 21 años, de quien Brasil insiste en que es un fenómeno para la historia, pero que fuera de sus fronteras el hincha, sobre todo europeo, no pudo comprobarlo.
Tratándose del fútbol brasileño, que ha dado toneladas de astros, queda poco espacio para la duda. Lo ven todas las semanas y, desde Pelé hasta Lula, todos aseguran que estamos frente a un monstruo del balón. Ojalá ratifique en el gran escenario europeo sus habilidades en el Santos.
Barcelona cerró un ciclo. El nacido con Pep Guardiola, que se prolongó otro año con Vilanova y Roura, debido más a la brillantez del equipo, que a la pericia de estos últimos. Y con el envión le alcanzó para ganar una Liga más. Ahora necesita urgente una cirugía reconstituyente. Tres o cuatro refuerzos, que le devuelvan poderío futbolístico, frescura al toque, contundencia ofensiva. Se dio cuenta de que no le alcanza ni con Messi haciendo 90 goles por año.
Y esa primera inyección de vitalidad es Neymar. ¿Qué puede darle al Barsa ? Las incógnitas que se plantean están referidas más a su personalidad que a su juego. Un muchacho inclinado en exceso a los peinados, los bailecitos en la celebración de los goles, el carnaval carioca, las redes sociales, las innumerables publicidades, las monumentales bellezas que rodean a los jugadores, la dependencia con su padre y agente. Hay inquietud por lo que involucra Neymar de la raya de cal hacia afuera.
Hay que ver qué papel juega su padre, cuya preocupación por asegurar el futuro de su hijo suena inquietante. Como si ya no lo tuviera asegurado: en el Santos ganaba $20 millones por año, desde el 2011. Ahora, por derechos de imagen, ganará el doble. Es un chico al que le acercan un negocio por día, y el jugador tiene que tener la cabeza puesta en el vestuario, en el entrenamiento, en el partido.
En casi 50 años de fútbol no hemos visto otro jugador con tal impulso mediático y de marketing . Ni Beckham. El tema es cómo encajará en un vestuario liso, sereno como es el azulgrana, cuyo plantel es como una música de fondo, que uno apenas percibe. De pronto llega la estridencia de Neymar, con sus tamboriles, sus peinados multicolores, sus aretes y su sonrisa de un millón de dólares.
Los otros son tipos callados, de cabello corto, que vienen en jeans ; suponemos que se cambian casi en silencio y salen al campo como unos contables entran en su oficina. Hasta nos cuesta creer que Xavi, Iniesta y Messi se gasten bromas. Luego dan recitales sobre el césped, pero son unos obreros que entran en silencio a la fábrica. Hay que ver cómo se acomodan.
En Sudamérica, tuvimos más suerte que en Europa en cuanto a su observación. Le vimos el torneo Sub-20 en Arequipa, donde fue figura y campeón; las Copas Libertadores con el Santos, donde también coronó, y algunas finales brasileñas que llegaron por televisión.
Se trata de un proyecto de crack . Un delantero de alma, que se retrasa bastante porque, más que colaborar, se hace cargo del armado de juego del equipo. Se mueve por izquierda, por lo cual Vilanova deberá encontrarle un lugar entre la presencia de Iniesta allí y las subidas de Jordi Alba. Aunque los buenos juegan bien en todos lados. Pero por su estilo, Neymar necesita espacios. Si lo aprietan, lo complican. Se lo hicieron Alejandro González (Peñarol) y Gino Peruzzi (Vélez) y lo anularon por completo.
Neymar posee una habilidad fantástica en velocidad y un remate que es más preciso que potente. Nunca tira a fusilar, siempre a colocar. Sus condiciones técnicas son indiscutibles. A ello le une mucha fantasía, y hace goles. Se le imputa haber pasado inadvertido en citas importantes, pero se hace cargo del equipo, de generar el juego y los goles, no se esconde nunca, tiene valentía, es ganador, ofensivo y ni sabe lo que es el miedo escénico. Va a una liga más fuerte que la brasileña. La Española no es la Paulista.
Lo llevan para que forme una dupla mortal con Messi. Para que la yunta funcione debe darse esa empatía que necesitan los cracks para entenderse, que sean compinches, aunque sea en la cancha, porque fuera de ella parece difícil que compartan mucho. Messi es de perfil bajísimo, un muchacho demasiado simple, callado, antimediático, muy de estar dentro de su casa en familia. Neymar es la contrafigura, tiene una altísima exposición. Mil veces se intentó juntar a dos fenómenos para hacer historia, y no se dio, por diferencias de carácter, de posición en el campo, por celos... Pero si funciona la sociedad Neymar-Messi, podemos estar ante un espectáculo único.