El todo o nada. Eso es lo que significa el compromiso de hoy para la Selección Nacional Femenina Sub-17 de Costa Rica .
Esperanzadora victoria o triste despedida. Esos son los dos desenlaces a los que más están expuestas las muchachas ticas después de que el reloj marque aproximadamente las 9:50 p. m. .
El rival será Italia, un nombre que en el papel podría asustar; no obstante, por lo visto hasta ahora en este Mundial , no son invencibles. Son de cuidado, claro, pero con buen orden y una mayor dosis de decisión en el último cuarto de cancha se puede ganar.
Además, ya se superó el susto del debut. Ya pasó la euforia que dio el Estadio Nacional lleno a reventar en la inauguración. Ya se superó el que, en teoría, era el rival más duro del grupo A: Venezuela.
Es hora, entonces, del fútbol efectivo y de los resultados favorables para los de casa.
Si la Tricolor quiere avivar el sueño de la segunda ronda del torneo del cual es anfitriona (objetivo autoimpuesto por su propio técnico, Juan Diego Quesada), debe derrotar si o sí a la Azurrine . Uno a cero, diez a cero o medio a cero.
Como sea, pero Costa Rica debe ganar. Qué importa si es por un autogol o un penal mal pitado en el último minuto. El triunfo es vital.
Así, sumará sus primeros tres puntos del certamen, los cuales serían, de paso, los primeros de su historia en mundiales femeninos.
Le quedaría únicamente el partido contra Zambia del sábado (8 p. m.) en el estadio Ricardo Saprissa para asegurar el pasaporte.
De perder, la esperanza estará amarrada a que la Vinotinto , verduga tica de forma contundente y convincente en la primera jornada del certamen, no derrote a las africanas en el duelo preliminar (5 p. m.).
La vía alterna, la difícil. Finalmente, queda otra vía: la del empate. Éste tampoco es una sentencia, aunque sí condiciona... y mucho.
De igualar ante las europeas habría que apabullar a Zambia en la Cueva y esperar que ese mismo día Venezuela llene de goles a Italia. Los suficientes para que la diferencia se incline hacia las ticas.
El problema allí es que la clasificación pasa a depender de alguien. El destino no quedaría en las piernas de las jóvenes costarricenses.