Un grito de euforia contenido de generación en generación finalmente fue liberado, para un pueblo chileno que dejó de lado todas sus amarguras por la ausencia de un anhelado campeonato y por primera vez derramó lágrimas de alegría.
Chile entero cantó finalmente el “ we are the champions” a todo pulmón, tras coronarse como monarcas de Copa América en su casa y ante la poderosa Argentina de Lionel Messi.
El “Chi...chi...chi...le...le...le, viva Chile”, retumbó con fuerza desde el Estadio Nacional de Santiago, tras el penal que anotó Alexis Sánchez y que significó el primer cetro en Copa, luego de 99 años.
Las constantes burlas y los señalamientos en territorio suramericano por el ayuno futbolístico de La Roja llegaron a su final gracias a una generación de oro encabezada por Alexis Sánchez, Gary Medel, Arturo Vidal y Claudio Bravo, que finalmente brilló con luz propia.
Lograrlo no fue sencillo para el equipo dirigido por Jorge Sampaoli y como si se tratase de una película de suspenso, necesitaron llegar hasta los lanzamientos desde los 11 metros, luego de empatar a cero en los 90 minutos y los tiempos extras, antes de poder escribir su primer capítulo con un final exitoso.
El resplandor de los locales opacó por completo a un conjunto che que no sabe lo que es ganar desde hace 22 años y que vive hoy en día un clavario por gozar de muchas estrellas que siguen sin demostrar en la cancha su valor en el mercado, cuando visten la camiseta de su país.
Sin embargo, eso poco importa para los de Sampaoli, ya que ahora pueden exhibir en sus vitrinas el primer trofeo de campeón y dejar atrás así los cuatro segundos lugares en Copa América (1955, 1956, 1979 y 1987), un tercer puesto en el Mundial que acogió en 1962 y una medalla de bronce olímpica en Sídney 2000 con una selección Sub-23.
Chile fue el protagonista. El fútbol no es de merecimientos, pero a diferencia de lo que pasa en pocas finales, esta vez en la Copa América se coronó a un justo campeón.
Chile llegó decidido a imponer su fútbol de posesión de pelota y velocidad por los costados, un estilo que lo llevó hasta la final y que desde la previa habían advertido que mantendrían, ya que no estaban dispuestos a meterse atrás y sufrir, pese a que el rival gozaba de tener un cartel superior y contar en sus filas a Lionel Messi como la gran figura.
El equipo de Jorge Sampaoli cumplió, fue el dominador del encuentro, tuvo las opciones más claras y en la segunda mitad obligó al conjunto che a jugar al pelotazo y limitarse a los contragolpes para salir de la presión que impusieron los locales.
Incluso no necesitaron del juego violento para frenar a Messi, ya que recurrieron a una marca escalonada para desaparecerlo.
La Roja pudo celebrar en los 90 minutos, pero tuvo que llegar a los penales, donde sus cuatro jugadores cobraron de forma impecable, a diferencia de Gonzalo Higuaín y Éver Banega, los grandes villanos de la noche al fallar.