Entrenando tres veces al día en una pista de tierra, cocinando sus propios alimentos en una cocina de leña y lavando su ropa a mano, en una tina, así vive su aventura en Kenia (África) la atleta Jenny Méndez.
Desde el pasado 14 de diciembre Méndez se encuentra en la localidad de Iten, capital del condado de Elgeyo-Marakwet (seis horas al norte de Nairobi), buscando mejorar sus ritmos de carreras, sin importar las dificultades o carencias que se encontraría en su camino.
“Ah sido una experiencia muy bonita, los trabajos son muy duros, pero valen la pena. Tenemos tres sesiones de entrenamientos (6 a. m., 10:30 a. m. y 4 p. m.). Aparte del acondicionamiento físico se acumulan kilómetros. Sacar la tarea es un poco difícil”, comentó Méndez.
“Hacemos los trabajos en la pista Kamariny, la cual es de tierra, pero allí entrenaron grandes atletas como el británico Mo Farah. Es admirable la pasión con que ellos corren, yo la verdad trato de no quedarme atrás ni de última, lo cual es muy difícil, porque a las chicas no les gusta que yo las pase”.
Jenny contó que tampoco pueden faltar los fondos en los bosques y montañas, las cuales tienen un paisaje bellísimo, pero es muy duro por los ascensos, planicies y descensos que tienen que hacer en el recorrido, que son de dos horas.
La corredora colombiana nacionalizada costarricense manifestó que los entrenamientos son similares a los que está acostumbrada, pero de una mayor intensidad, en los que hacen énfasis en los cambios de ritmo, aunque la gran diferencia es la intensidad con que los hacen, así como la altura, pues los realizan entre los 2.400 y 2.600 metros sobre el nivel del mar.
Limitaciones. Jenny en las últimas semanas no solo debe luchar contra el cansancio por las sesiones de trabajo, sino también contra las carencias que tienen todas los habitantes de la localidad de Iten, donde ella convive con su grupo de entrenamiento.
“La gente es muy humilde. La situación de muchas personas es tremenda y me tuve que acomodar a lo que había, aunque es claro que existen resorts especiales para los atletas, pero son carísimo, para mí era complicado pagar las tarifas que cobran”, comentó la fondista tica.
“Me las ingenié y alquilé un cuarto pequeño donde tengo una cama y mis artículos personales. Cocino con otras dos chicas la cena cotidiana que es el sukuma (plantas amargas y maíz) en forma de masa sin sal, pero tienen un buen sabor. Acá no hay hidratante de marca, solo se consume agua durante las prácticas y para recobrar energía se disuelve el panal donde se cultiva la miel de abeja en agua y se bebe”.
Esa agua que toman en los entrenamientos la sacan de los pozos, muchas veces con un balde y una soga, pues llega muy poco por cañería. Además, deben guardarla para cocinar y lavar la ropa, lo cual hacen en tinas.
En esta época de fin de año Méndez ha extrañado su familia, pero también agradece que tienen cómo festejar.
“Acá no celebran ninguna fecha. Es tal la pobreza que es un lujo. Los que tienen dinero compran pollo y hacen una pequeña cena. El dinero no alcanza”, finalizó Méndez, quien espera regresar al país el 11 de enero.