Madrid. Duda hasta el último instante para ser titular en el partido más importante del curso, Cristiano Ronaldo apareció ante el Bayern de Munich a medio gas, como un fantasma que, sirvió para intimidar a un equipo imponente que perdió pese a sacar su rodillo de la posesión a pasear por el estadio Santiago Bernabéu.
Cristiano no podía ni quería faltar a una cita de relumbrón, de las que hacen historia y por la que todos los futbolistas de los clubes grandes suspiran desde el inicio de cada curso. Cada partido se disputa para jugar uno de este calibre. Paso a paso hay que llegar hasta el duelo cumbre.
El jugador portugués ya se perdió la final de Copa. Su rostro, pese a la victoria contra el Barça, era una mezcla de alegría y resignación. No había sido protagonista. Necesitaba serlo y por eso aceleró su recuperación. Tenía que estar sobre el césped sí o sí.
Pocos se sorprendieron cuando su nombre sonó por los altavoces en el momento de las alineaciones. Ronaldo es insaciable y sin Gareth Bale, en el banquillo por gripe, su presencia era necesaria para dar miedo a un rival de pocas fisuras. Y él lo necesitaba, deseaba sentirse importante.
Sin embargo, pese a todos sus intentos por agradar, no pudo. Su estado físico no es el mejor en estos momentos. Se notó cierto miedo a estropearse del todo, a romperse en un momento cumbre de la temporada. El Real Madrid tenía a un jugador menos para defender. Cristiano sólo estaba para dar algún que otro empujón.
Tardó dieciocho minutos exactos en tocar el primer balón.
Tampoco pudo hacerse presente en la red. Se mantuvo en 14 su número de goles en la Champions , con lo que sigue sin romper el récord de anotaciones en una sola campaña compartido con Messi (Barcelona, 2011-2012) y el italobrasileño José Altafini (Milan, 1962-1963).