Buenos Aires
“La FIFA nos toma el pelo, hay selecciones mejores que la nuestra”, comentó un lector colombiano el fin de semana último.
Colombia alcanzó este mes el tercer puesto en el ranquin mundial de la FIFA y hubo gente del país de Valderrama que hasta se ofendió (la gata de doña Flora no tiene ni para empezar con algunos). Lo real es que entre las 209 selecciones que puntúan, Colombia es tercera por propio mérito.
Si hay algo de lo que FIFA puede presumir es de su prescindencia absoluta tanto en las posiciones del Ranquin Mundial de Selecciones como de quien gana el Balón de Oro. A estos no los “da” la FIFA; los técnicos, capitanes y periodistas votan un vencedor. A las otras no las “pone” ni más arriba ni más abajo, se ubican solas de acuerdo a su desempeño.
Es como el ranquin del tenis. La ATP no los sube ni los baja. No hay ponderación, se trata de una aséptica fórmula matemática.
El método de elaboración tiene en cuenta cuatro aspectos: a) el marcador (derrota, empate o victoria); b) importancia del partido (desde un amistoso hasta uno mundialista); c) fuerza de los contendientes con respecto a su puesto en la clasificación; y d) fuerza de la confederación a la que pertenecen (UEFA, Conmebol, Concacaf, etc.). Esto da un valor cuatrienal. Cada año va cayendo el más viejo y se reemplaza por el nuevo.
No tiene secretos. El ranquin se hace solo. Y la fórmula es simple, no tiene secretos (se puede ver en Fifa.com). Un ejemplo: Alemania y Austria jugarán entre sí su próximo encuentro eliminatorio el 6 de setiembre. Antes, ambos pueden calcular los puntos que obtendrán de acuerdo al marcador final. Brasil ganó sus cinco compromisos en la Copa Confederaciones y subió del puesto 22 al 9. Lo que significa que el ránking no es caprichoso ni está inmóvil. El que gana, sube; si pierde, baja. Ecuador ascendió al décimo casillero a medida que el triunfo le sonreía. Luego perdió en Lima, empató con Argentina y cayó al 18°. Colombia hace dos años era 30ª. Subió 27 peldaños. El ranquin es reflejo fiel del presente de cada uno.
Pero el periodismo es camaleónico. En general, reacciona de acuerdo a la ubicación de su país. Si es buena, destaca la noticia casi con euforia. Si es mala, descalifica al ranquin (“¿Quién lo elabora?”).
Simple referencia. Hay una frase que conduce al error: “No creo que Colombia sea el tercer equipo mejor del mundo”. El ránking no habilita a decir que si ocupa el tercer lugar es uno de los tres mejores; es una referencia, de su posición.
Es como si en una carrera de Fórmula Uno un corredor marcha tercero; esto no implica que sea “uno de los tres mejores pilotos del mundo”. No. Es uno de los más calificados; que en ese momento va tercero. Es circunstancial.
También la fuerza de cada Confederación tiene un valor dado por los resultados. Y esto debe alegrarnos: en el último Mundial, Suramérica mejoró su calificación y ahora comparte el primer lugar con Europa. Ambos tienen valor 1. Concacaf muestra un valor 0,88; África y Asia 0,86 y Oceanía 0,85.
Suramérica tiene hoy siete equipos dentro de los primeros 21 puestos de la clasificación: Colombia (3°), Argentina (4°), Brasil (9°), Uruguay (12°), Ecuador (18°), Perú (19°), Chile (21°). Meritorio por tratarse de apenas 10 países.
Concacaf muestra un flojo presente para una Confederación que recibe tres cupos y medio en los Mundiales: México aparece en el puesto 20°, Estados Unidos en el 22° y Costa Rica en el 39°. Al asumir Jorge Luis Pinto, Costa Rica era 57°. Progresó. Pero para el hincha no hay ranquin que valga: quiere ir al Mundial, lo demás no cuenta.
Desde su implantación en agosto de 1993, el ranquin ha merecido críticas continuas y hasta burlas, pero si se lo sigue con atención se verá que es perfecto.
Está científicamente comprobado. Cada actuación tiene un valor específico y la regla de cálculo rige para todos igual. Y ahora, al cumplirse 20 años de vigencia, el ranquin es una radiografía real del fútbol mundial.