A grandes velocidades y sobre cuatro ruedas alineadas, Jennifer Monterrey gesta sus triunfos.
Desde hace 12 años los patines son sus fieles compañeros.
Con ellos disfruta la gloria de ser varias veces campeona centroamericana (ya ni ella misma recuerda cuántos oros y platas tiene en esos certámenes).
También con ellos celebra su participación en pruebas de mayor alcance: el Panamericano de Guadalajara en México, por ejemplo, donde quedó de sétima en dos pruebas, o el Mundial en Italia el año pasado, donde acabó de número 15 en los 500 metros.
Sin embargo, sobre los patines también se ha lamentado.
Cuenta que la preparación para una prueba dura meses (inclusive años). Durante la competencia, la misma prueba se llega a ejecutar en menos de un minuto. En ocasiones sucede lo inesperado.
“Tal vez en el último momento te montás sobre las ruedas equivocadas, te salió el sol, se te atravesó una bolsa en el camino, te resbalaste y caíste...
“Son detalles que duelen”, explicó sobre una banca cercana al Patinódromo Nacional, en el parque metropolitano La Sabana.
Jennifer pone ese caso de ejemplo. Una situación lamentable como esa no la vive aún.
La única anécdota que cuenta entre risas es cuando en el 2011 la Selección Nacional Femenina de Patinaje viajó a los Prepanamericanos, en Argentina.
No precisa el día. El resto lo recuerda al dedillo.
“Llegamos (a Argentina) a las 12 a. m. a buscar hotel y nos fuimos instalando casi a las 3 a. m. Competíamos a las 7 a. m. y no sabíamos dónde estaba la pista. Una hora antes salimos. Cuando encontramos la pista, no estábamos inscritas. Casi quedamos fuera”, resumió.
Polifacética. Es trabajadora, estudiante, mamá y deportista.
Así es, en resumen, la atleta que la Federación de Patinaje perfila como su medallista de oro en los Juegos Centroamericanos 2013.
La velocista –esa es la categoría en la que se desempeña– labora como agente de ventas en una empresa de su padre, Víctor Monterrey, quien además es su entrenador.
Las ventajas de eso las resume en el aspecto laboral.
Sobre las desventajas, la relacionó cuando tienen algunas diferencias en el núcleo familiar.
“Tengo una relación muy bonita con él. Cuando tenemos problemas en la casa, tratamos de separar las cosas. Eso lo logramos gracias a la confianza y el cariño”, dijo.
En relación con el tema educativo, ella es estudiante de Ingeniería Civil en la Universidad Latina. Ya cursó la mitad del bachillerato de esa carrera.
Como mamá le gustaría pasar más tiempo con su hija Keysi Altamirano, de 4 años.
“Combinar todo esto es difícil. Hay que distribuir muy bien el tiempo. Es complicado, pero lo disfruto”, concluyó.
En ella, el sueño de ganar el oro es más real al pensar en las ventajas de que el país sea el anfitrión.