Reproduccion de entrevista de Lance Armstrong en programa de Oprah Winfrey (17-01-13). Foto: Rafael Pacheco (Rafael PACHECO GRANADOS )
Los cuantiosos escándalos de dopaje en el ciclismo son solo la punta del iceberg de un mal que aqueja a casi todas las disciplinas deportivas del mundo.
Si bien Lance Armstrong– por lo enfático que fue al mentir y lo grande de sus proezas y conquistas– se lleva el premio como el caso más sonado de dopaje en lo que va del siglo, hay mucho por escudriñar en cuanto a este tema.
La sombra del uso de sustancias ilícitas para mejorar el rendimiento atañe a todas las disciplinas; son pocas las que atacan este problema de frente.
Detectar hormonas. A mediados de la década de 1980 se logró sintetizar en laboratorios las sustancias que hacen posible impulsar la producción de hormonas en el cuerpo.
Si bien los fines eran médicos, como la producción de insulina para personas diabéticas, pronto se empezó a ver su potencial en el mejoramiento del rendimiento y el desarrollo de la fuerza.
Para los deportistas los esteroides casi siempre tienen por finalidad desarrollar la fuerza muscular y la principal hormona utilizada para este fin es la testosterona.
La eritropoyetina (EPO), usada para aumentar el número de glóbulos rojos, y la hormona de crecimiento humano, también para desarrollar fuerza muscular, son otros tratamientos muy utilizados.
El problema es que muchas de estas sustancias son producidas naturalmente por el cuerpo y pasó mucho tiempo sin que existiera un método confiable para detectar si las hormonas tenían origen natural o fueron introducidas de una forma exógena.
En el 2000 se aprobó un método para detectar la EPO con un examen de orina y fue en el 2005 que el Tribunal de Arbitraje del Deporte (TAS) dio validez completa a estos exámenes.
Sin embargo, es poca la aplicación que se le da a este método, u otros, para detectar hormonas.
El deporte profesional de los Estados Unidos parece ser donde más abunda la hipocresía al respecto.
Mientras que se investigan rumores y se hacen investigaciones sin resultados o se imponen castigos muy suaves comparados a los estándares internacionales, ninguna de las cuatro grandes ligas profesionales (MLB, NFL, NBA y NHL) tiene controles regulares para detectar la utilización de esteroides en sus deportistas.
El beisbol inició el camino, pero con castigos de semanas y no de dos años –como se hace en el deporte internacional– y exámenes ocasionales en competencia.
El Congreso quiere apurar la decisión del nuevo contrato colectivo de la NFL de ejecutar pruebas para detectar la hormona de crecimiento humano, al tiempo que los jugadores cuestionan los métodos usados por la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) y atrasan el proceso.
Por otra parte, el futbol recientemente tomó un gran paso al anunciar la FIFA que se usará el pasaporte biológico para la cita del Mundial de Brasil 2014.
El pasaporte es un registro electrónico de un periodo extendido de pruebas en las que no solo se busca detectar las sustancias prohibidas, sino también sus efectos.
Conociendo los parámetros biológicos de un deportista es fácil denotar un aumento en el número de hematocritos o en la tasa de nuevos glóbulos rojos, por ejemplo.
Organismos cuestionados. Más que la caída de un ídolo mundial, el caso Armstrong expusó la inefectividad de los controles.
Por eso, la Unión Internacional del Ciclismo (UCI) está enfrentada con la AMA y otros organismos por las sospechas de que Armstrong habría comprado el favor de los entes organizadores del ciclismo para encubrir su dopaje.
Al mismo tiempo, incluso la AMA es cuestionada por gastar unos $665 millones en controles que solo sirvieron para detectar unos cuantos casos.
Motivo para que el Comité Olímpico Internacional convocará a una conferencia extraordinaria, a finales de abril, para discutir el papel real de la AMA.