El primer capítulo de doña Laura comienza con el Fondo Especial de Educación Superior (FEES). Pareciera un tema de números. No lo es. Se perfilan aquí visiones y prioridades. La decisión que tome será el primer sello de su Gobierno. Reforzará el paradigma nacional de un desarrollo fundamentado en la fortaleza de la educación superior pública o se proyectará un cambio de modelo que conduciría a la privatización de la calidad de la educación superior.
Un Gobierno señala mapas de ruta y busca fondos para conducir la nave por ese rumbo. En la juramentación de su gabinete tenía listos decretos con el sentido humano de su gestión. No preguntó si había fondos. No era el punto. Marcaba una rúbrica conceptual ética, un azimut. Eso es lo que se le pide ahora.
El FEES parte aguas entre un sentido de transcendencia y una visión cortoplacista contable. Bajo la guardia de Laura Chinchilla, la enseñanza superior pública no puede caer en el triste declive que tuvo la educación primaria y secundaria en los años 80. Esa fue una década perdida que no terminamos de pagar, dolorosa brecha de equidad en la base sustancial de nuestra actual inseguridad ciudadana. Doña Laura estudió en una escuela pública, pero no enviaría ahora a un nieto a una institución del Estado. Así le cambiaron la Costa Rica que ella conoció en su infancia. Lo mismo ocurrirá mañana con las universidades, si se dejan languidecer con presupuestos que ni siquiera cubren el crecimiento vegetativo de sus costos.
Se nos pide ser realistas. ¡Seamos realistas! Pero la realidad del Estado no es simple, porque se mueve bajo un timón político. Lo que el país “puede” no es algo absoluto, sino, más bien, un proceso vivo, resultado de acciones y omisiones guiadas por valores.
La cobija no alcanza ni para la red de cuido, ni para seguridad ciudadana, ni para puentes en peligro. Pero lo que es necesidad de Estado debe encontrar fondos. El déficit fiscal es real, pero también lo es la factibilidad de una reforma tributaria. En opinión de don Guillermo Zúñiga, Costa Rica es uno de los pocos países de renta media con potencialidad fiscal subutilizada. Sin coraje para poner el cascabel fiscal, tampoco se puede alegar falta de fondos y asfixiar la apuesta más importante del futuro. Entre 2008 y 2009, el Ministerio de Educación dejó de ejecutar la bicoca de ¢68.000 millones que le habían sido asignados (Eleonora Badilla, La Nación 12/11/09). Para el año entrante, solo ¢16.000 millones separan las propuestas del Gobierno y las demandas de las universidades. ¡Ni siquiera un cuarto de lo que el MEP dejó de ejecutar en su presupuesto! Habrían podido ser reasignados esos fondos.
El apasionamiento de algunos contra las universidades públicas no nace tampoco de números. ¿Se quiere castigar por posiciones frente al TLC o los sindicatos de Limón, sancionar la línea editorial de algunos de sus medios de comunicación, o las formas de concebir la autonomía universitaria? Para esos temas hay otras instancias.
El financiamiento de la educación superior va más allá de ideologías. Administraciones universitarias pasan, el paradigma nacional permanece. Cambiar el modelo de desarrollo que tenemos sería ahondar nuestras condiciones de inequidad.
En verdad, TLC y operación portuaria generan riqueza, también fiscal, y a todas luces es contradictoria la oposición de quienes dependen de recursos fiscales.
Yo luché personalmente por el TLC, pero opiniones contrarias que combatí no me dan derecho a condonar que nuestro país cambie de paradigma educativo.
Si se falla con las universidades, se falla en lo esencial. Cada profesional, cada proyecto de investigación, cada innovación de nuestras universidades públicas son palanca de movilidad social y base de competitividad.
Por eso hay otras voces. Doña Laura las escuchará. Voces de maestros, profesores y estudiantes. Le hablarán de futuro, equidad y competitividad. Eso es el sentido de una marcha de reflexión, lo propio de una democracia. Marchas así pavimentaron todas nuestras conquistas sociales.
¿Dejará la primera presidenta y madre que el año histórico del 8% en Educación se marque con enfrentamientos con las universidades? ¡Impensable! La Educación es cadena sistémica que se corona en nuestras universidades. En este trance hay que encontrar el cinco. Es tiempo de una signatura de Presidenta generosa con el progreso.