“El problema de la mamá de mi hija es el problema de la mitad de las mujeres en Costa Rica: quieren vivir de una pensión y llevar alta vida”. Son las declaraciones de un hombre que, con un salario de 3,4 millones de colones, paga una pensión alimentaria de 100.000 colones al mes.
Son propósitos sintomáticos de la injusticia que revela la investigación de este diario , cuya primera entrega se publicó ayer: la maternidad cae, con demasiada frecuencia, como una tara sobre mujeres solas. Este es el malestar que engendró el sistema más viejo del mundo, el de la dominación masculina. Un hombre puede entonces decir, sin vergüenza, que los hijos que ha engendrado son “postizos”. Otro puede alegar no preocuparse por la pobreza en la que crece su niña, por el simple hecho de haber sido concebida fuera de su matrimonio.
El jerarca del IMAS ve en la “desintegración familiar” una causa del problema. Es otro prejuicio que forma parte de la misma cultura de dominación patriarcal. El problema no es la “desintegración familiar”. El problema está en creer que una mujer no puede esperar vivir dignamente con sus hijos si no está casada. El problema es que, al no corregir esta injusticia, las instituciones del Estado perpetúan un sistema desigual, en el que el hombre es libre de ser inconsciente y las mujeres son condenadas a pagar el precio de esa irresponsabilidad.