Cada 27 de enero, Día Internacional de la Conmemoración de las Víctimas del Holocausto, recordamos aquel fatídico genocidio llevado a acabo por la Alemania nazi desde su ascenso en 1933 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, con un saldo de 6 millones de judíos asesinados.
Este grupo, que casi fue reducido a la nada en Europa, fue víctima de la limpieza racial y eugénesica que los nazis y sus acólitos, junto con las naciones colaboradoras, llevaron a cabo con el fin de exterminarlos y borrar sus nombres, cultura y religión de la historia.
Los nazis, con una precisión quirúrgica, buscaron hasta debajo de las piedras sus blancos: unos señalados con la estrella amarilla en su brazo, otros por sus apellidos, algunos tenían –según los nazis– distinciones faciales y a otros más se les bajaba el pantalón en busca de la circuncisión.
Todos corrieron la misma suerte: inanición, desidia, muerte por agotamiento, un balazo en la parte baja de la nuca, enterrados en fosas comunes, gaseados en una cámara de gas e incinerados ya en los últimos dos años de guerra en los campos de la muerte ubicados en el este.
Sobrevivientes. Pero hubo un pequeño remanente que, pese a la búsqueda incansable de los einsatzgruppen (grupos de ejecución), la Gestapo o la delación de sus propios vecinos y antiguos amigos, lograron sobrevivir y contar sus historias hoy muy conocidas alrededor del mundo; historias que nos narran las vicisitudes en medio de un mundo que había vuelto su rostro y una Europa empecinada y dispuesta a destruirlos: los sobrevivientes de la Shoá (Holocausto).
Durante las campañas de aniquilamiento, cientos de judíos lograron sobrevivir a los guetos, como el polaco Wladyslaw Szpilman, más conocido como “el pianista” que sobrevivió en Varsovia; también Chil Rajchman, en Treblinka; Elie Wiesel, en Buchenwald, y Anna Tsesarsky.
Otros buscaron refugio en casas de personas que estuvieron dispuestas a correr el riesgo de ocultarles. Estos que se arriesgaron son conocidos como Justos entre las Naciones por el Estado de Israel, por su papel en el resguardo de judíos durante el Holocausto.
Muchos judíos se internaron en el bosque y se unieron a la resistencia partisana, como Tuvia Bielski, jefe de los partisanos de Bielorrusia. Asimismo, cientos de niños fueron salvados al ser dados en adopción, como Gitta Rosenzweig, y unos pocos se refugiaron más al este, en la Unión Soviética. Tal fue el caso del sociólogo Zygmunt Bauman y su familia.
Historias de heroísmo, drama, temor, pero, sobre todo, de lucha se confabularon en estos años de oscurantismo…
Testimonios en riesgo. Lo cierto es que la vida tiene un ciclo. Hoy los que sobrevivieron al Holocausto están viendo sus vidas terminadas; los años no perdonan a nadie, y su recorrido en esta vida tiene un tiempo estimado. Los sobrevivientes están falleciendo alrededor del mundo. ¿Qué va a pasar en el momento en que no quede un solo sobreviviente del Holocausto? Según fuentes de la Fundación de Asistencia Social para las Víctimas del Holocausto, cada día mueren 40 sobrevivientes; en Israel viven unos 189.000, lo que supondría que en el año 2030 no quedará un solo sobreviviente en Israel.
Es ahí donde el papel de la educación y la formación docente funge como nuestro mayor activo.
En nuestro país, la fundación B'nai Brith Costa Rica junto con el Ministerio de Educación Pública y un grupo de más de 20 docentes formados en Yad Vashem (Escuela para el Estudio del Holocausto, con sede en Israel) fungen como capacitadores durante diversas jornadas dirigidas a profesores de Estudios Sociales, Educación Cívica y Español, con el objetivo de brindarles información y herramientas para que temas como los derechos humanos, genocidios recientes y el Holocausto sean llevados a las aulas con un sentido crítico y didáctico para sus estudiantes.
Enseñando y educando es la forma como el asesinato sistemático promovido por los nazis no quedará en el olvido, así como tampoco la memoria de los que murieron y los que hoy sobreviven.
Recordar. El Día Internacional de la Conmemoración de las Víctimas del Holocausto debe de ser una vitrina para recordar y no olvidar. Si bien este día funge en honor de este grupo humano perseguido y casi exterminado durante la Segunda Guerra Mundial, debe de ser una voz de alerta ante lo que lamentablemente hoy estamos presenciando con el aniquilamiento de las minorías cristianas en el Medio Oriente; el surgimiento de la extrema derecha, racista y filonazi en Europa; el antisionismo recalcitrante de la izquierda latinoamericana y mundial; y el ascenso de presidentes y primeros ministros a lo largo y ancho del planeta con ideas trasnochadas de nacionalismo.
No debemos permitir que las voces que aún vibran recordándonos aquellos años de oscurantismo moral se enmudezcan con su deceso, está en nuestra manos. ¡Nunca jamás!
El autor es profesor de Estudios Sociales y Cívica.