Todos sabemos que existe, pero pocos sabemos para quién trabaja. El Consejo de Transporte Público (CTP) es de esos misterios por resolver, porque por más inútil que parece ser para los intereses de los pasajeros de buses y de taxis, tiene más vidas que un gato.
El Partido Acción Ciudadana (PAC) y su candidato presidencial, Luis Guillermo Solís, prometieron en campaña desaparecerlo. No han querido, o no han podido. El ministro de Obras Públicas y Transportes, Carlos Segnini, ofreció, al menos, reformarlo y renunció antes de lograrlo.
La Defensoría de los Habitantes, en tanto, ya no tiene palabras para decir cuán lejos está de los intereses de los usuarios del transporte público, y la Aresep, en tiempos de firmeza en el 2014, lo desnudó: “No le confiamos ya nada al Consejo de Transporte Público. Todo lo aprueban, tal y como lo pidan los empresarios. ‘Que no quiero dos buses, que quiero cinco’, y se lo cumplen”.
Palabras más, palabras menos, el Consejo de Transporte Público sirve para nada en la defensa de los pasajeros de buses y taxis, pero, aun así, sobrevive y muy bien acuerpado.
Su conformación es más que dispareja. El usuario solo tiene un representante y como dijo la diputada Patricia Mora, del Frente Amplio, nadie sabe quién es y menos si vota a favor o en contra. Poder sí tienen los buseros y taxistas, cada uno con un voto, y luego está un delegado municipal que no se sabe de qué lado está. A esa Junta Directiva se suman los ministros del MOPT y del Minae.
Desde hace dos años, ante tanta opacidad, uno de los sectores de transportistas, la Cámara Nacional de Autobuseros (Canabús), le pidió al presidente Solís autorizar la transmisión en vivo, por Internet, de las sesiones del CTP.
Solo así se podría ver claramente de qué lado está cada quién; solo así se podría conocer cómo y por qué deciden. Solo así se avanzaría a una transparencia que adeudan desde su creación hace 16 años.
Sin embargo, el presidente Solís le ha dado largas al asunto y no ha dado respuestas ni para explicar por qué se resiste a dar más publicidad por Internet a las deliberaciones que se dan en ese Consejo –si es que hay–, tampoco para anunciar si lo va a reformar y muchísimo menos para cumplir el cierre cacareado en campaña.
Tanto silencio es extraño.
El autor es jefe de Redacción en La Nación.