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El veto preferente

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El próximo 2 de febrero, algunos iremos a votar. Para presidente tenemos una amplia gama de 13 alternativas, ninguna muy alentadora, pero son opciones al fin. Para diputados, gracias al anacrónico sistema de listas, defendido a capa y espada por las cúpulas de los partidos, nos obligan a votar prácticamente a ciegas. Sí, cada partido presenta su lista –aunque ahora ni los nombres de los candidatos se imprimen en las papeletas– y los votantes escogemos entre estas sin la posibilidad de saber por quién realmente estamos votando. No podemos escoger ni siquiera el orden en que aparecen los nombres en la lista. Cada partido, con su asombrosa sabiduría, lo hizo por nosotros. No es de extrañar que un sistema en que los representados no saben quién los representa, ni estos a quiénes le deben su curul, haya alienado tanto al electorado.








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