Hace cuatro años fuimos a votar entusiasmados. Muchos de los que votaron en el 2010 hoy perdieron el entusiasmo. La percepción sobre la labor del Gobierno y de la presidenta cayó a niveles bajísimos, aunque en la última encuesta subió un poco.
El Gobierno cometió varios errores, sobre todo de comunicación y manejo de crisis: la “platina”, la trocha, el viaje en jet prestado a Perú, el hueco en la Circunvalación y algunos otros más. A mi parecer, ninguno de estos eventos ameritaba el daño a la credibilidad del Ejecutivo ni la cobertura mediática que se le dio. Solo en La Nación (en Nacionales y Opinión), se publicaron 279 notas sobre la “platina” y 294 sobre la trocha. Sobre el crecimiento en el índice de precios, “inflación”, una preocupación constante del costarricense, solo se publicaron el doble de notas, 600, desde mayo del 2010 hasta hace una semana. Dos ministros de la Presidencia y tres de Comunicación no pudieron evitar la debacle política que sucedió a esas noticias. Pero la peor consecuencia de este amateur manejo fue que logró opacar, en la opinión pública, los resultados concretos de la Administración Chinchilla.
Cifras en varios campos. Las cifras en varios campos merecen registrarse para que, quizá, alguno que otro votante valore su decisión de voto antes del próximo domingo. Todos sabemos que Costa Rica experimentó en los últimos 12 meses la menor inflación en 42 años. Pero dice más de la gestión el hecho de que, en los últimos cuatro años, la inflación promedio fue de 4,7%, menos de la mitad de los cuatro años anteriores (2006-2009).
El crecimiento en la producción (variación interanual del PIB) se recuperó del fondo, -1,0%, en que lo recibió este Gobierno, debido a la crisis mundial. Aunque se estima que el 2013 tuvo un crecimiento modesto del 3%, para este año se pronostica un 3,7%. En general, la economía creció en promedio 4,5% por año, cifra muy similar a la de los últimos tres Gobiernos. La tasa de desempleo que se disparó luego de la crisis, ya ha empezado a descender (8,9% en el III trimestre del 2013, con la nueva metodología del INEC).
Las exportaciones también crecieron. Mientras el país exportó en promedio $8.956 millones en cada año del gobierno de Óscar Arias, durante esta Administración el promedio exportado creció 19% a $10.728 millones. Los extranjeros sí reconocieron el potencial del país. Durante la Administración Chinchilla, la inversión extranjera directa ascendió a $2.070 millones, un 22% mayor al promedio de $1.697 durante la Administración Arias, con todo y chinos. Pero no solo aumentó el monto de la inversión extranjera; también el turismo creció significativamente. Del 2006 al 2009 llegaron al país 7,7 millones de turistas; del 2010 al 2013 le dimos la bienvenida a 1,35 millones más, un incremento del 17%.
El ámbito fiscal preocupa un poco más. Sin embargo, no podemos olvidar que, en el 2009, los ingresos tributarios cayeron 6,1% como resultado de la crisis; el año pasado crecieron a una tasa de 9%, similar a la de los últimos tres años. El ministro de Hacienda ha advertido del creciente déficit fiscal. Sin embargo, no he escuchado una coherente explicación de por qué, en el cálculo de ese déficit, se toman en cuenta las finanzas del ICE y de la CCSS, pero se excluyen las del INS y las de los bancos públicos. ¿Acaso no son propiedad del Estado? ¿Cuánto sería el déficit fiscal, si se incluyeran estas últimas instituciones en el cálculo?
Indicadores sociales. No solo las cifras económicas de esta Administración merecen resaltarse. Varios indicadores sociales también merecen mención, aunque otros no tanto. Ni el porcentaje de hogares en pobreza extrema, 6,4%, ha mejorado (empeoró después de la crisis, 4,2% en el 2009) ni la distribución de la riqueza cambió su preocupante tendencia. El coeficiente Gini que mide esta distribución se deterioró de un ya vergonzoso 0,508 en el 2010 a un alarmante 0,524 el año pasado. El Economist de hace 15 días señala lo peligroso de esta tendencia.
Urgen políticas públicas para atacar esta consecuencia del vertiginoso avance tecnológico de las últimas décadas.
En el pasado he sugerido exonerar de cargas sociales a los primeros ¢100.000 de salario, pero esto será tema de otro artículo. El próximo gobernante deberá diseñar e implementar políticas públicas que mejoren la competitividad de los trabajadores, sobre todo los de menores ingresos, tendientes a reducir el desempleo, mejorar la distribución de la riqueza y minimizar la pobreza extrema.
Sin embargo, vale la pena señalar algunas cifras del ámbito social que alcanzó este Gobierno.
La inversión en educación superó, por primera vez en al menos diez años, el 7% del PIB en el 2010 y se ha mantenido en ese nivel.
Don Leonardo Garnier, ministro de Educación desde la Administración anterior, ha logrado disminuir la deserción escolar de manera sostenida: en preescolar se redujo de 5,2% en el 2006 a 3,8% en el 2012; en primaria, de 3,8% a 2,5% y, en secundaria, de 13,2% a 10,7% en el mismo período.
Seguridad ciudadana. Pero, en mi opinión, el campo que merece mayor encomio es el de la seguridad ciudadana, liderada por don Mario Zamora. Todos percibimos la presencia policial y nos dan confianza las nuevas radiopatrullas, pero las estadísticas hablan por sí solas. La tasa de robos a casas y locales comerciales bajó de 514 por cada 100.000 habitantes en el 2009 a 351 en el 2012. La de robo se redujo a casi la mitad, de 993 por cada 100.000 habitantes en el 2009 a 564 en el 2012. Así, la de asaltos. La de robo de medios de transporte también se redujo de 186 a 127 en tres años. Y la de homicidios, que había llegado a 11,1 en el 2009, se redujo tres puntos, a 8,3, en el 2012. Esperamos que, cuando se tengan las tasas correspondientes al 2013, también se refleje una mejora.
Como me dijo un amigo, “hace cuatro años no podía ir uno a una reunión de amigos sin oír los cuentos de a quién se le metieron a robar; hoy, rara vez se mencionan”. Esta percepción también la reflejan las encuestas, pues la seguridad dejó de ser la principal preocupación del costarricense.
Estoy seguro de que he omitido múltiples logros en varias instituciones: por ejemplo, la mejora en las finanzas de la CCSS (pese a la opacidad de las finanzas del régimen IVM), en la operación y servicio del INS, en las utilidades de los bancos públicos y en el esfuerzo por ingresar a la OECD. Sin embargo, la presidenta dejará constancia de todos en su último informe de labores.
No hay la menor duda de que el país debe mejorar en todos los campos y de que, en los últimos años, hemos desaprovechado muchas oportunidades (ejemplo: Ruta 1856).
Sin embargo, no creo que el país requiera un cambio abrupto de dirección, como abogan muchos de los candidatos.
En el 2010 voté para presidente por doña Laura Chinchilla. Cuatro años después, no me arrepiento.