Hace un puñado de años íbamos a ver a Leda. Así se inició la costumbre de tomar café en la Facultad de Bellas Artes, con colegas de Filosofía en la Universidad de Costa Rica, entre ellos el escritor Fernando Leal. Leda Astorga fascinaba ya desde sus años de formación. Siempre bella, su trabajo rompía cánones de belleza, con más de un “así no” de algunos profesores adictos a las convenciones.
Su estilo, sin dejar de mostrar manejo técnico del dibujo –aunque cierto “arte” moderno ya no le dé importancia a esto– subvertía tradiciones explorando formas de expresarse en la escultura con los materiales y el color, pero, sobre todo, con el diseño.
Quería formar su propio cuño, que construyó en las figuras que hoy le conocemos: esas señoras gordas, eso gordos simpáticos llenos de guiños y movimientos, vestidos con ropajes vistosos y sacados de las urbes costarricenses.
Se acaba de desvelar su última obra en el parque Próspero Fernández, al este del cementerio de Alajuela. Es una escultura en bronce polícromo de tres metros de altura, tributo al baile popular y homenaje también al hermanamiento, pues le pone humor a los estereotipos del extranjero nórdico y la mujer criolla embebidos en la danza.
Personajes dulces, pícaros, abrazados para concertar el ritmo, que se elevan con su gran volumen de colores y nos dicen: si no se colabora, no hay baile.
Por eso la escultura celebra diez años de hermandad entre Alajuela y Lahr, hermosa ciudad alemana de la Selva Negra, en el valle del Rin. Este monumento al baile popular fue iniciativa de la entonces regidora y hoy vicealcadesa Laura Chaves Quirós.
Hablamos de inversiones importantes por parte de la Municipalidad en espacios públicos y en su embellecimiento –así lo da a conocer el alcalde Roberto Thompson–.
La fundición se hizo en el taller de Tony Fage. El tamaño de la escultura (3x3x3 m) exigió un cambio de escala con respecto a la maqueta. Para lograrlo se emplearon nuevas técnicas digitales y un escáner en 3D que puso a la disposición el estudio AguilarLazoLi Arquitectos.
Con esa máquina también se pueden hacer copias de esculturas sin aplicar materiales extraños a la obra original. Sigue teniendo vigencia la vieja técnica de cera perdida que utilizaron nuestros aborígenes en su animalística de oro, o que nos hace volver la imaginación hasta los talleres de Fidias.
En cuanto a la escultura de Leda Astorga, por el tamaño, fue necesario partirla en 87 partes y fundirlas separadamente para luego armar la obra final soldando los fragmentos y eliminando cualquier señal de costuras.
La condición de ciudades hermanas Alajuela-Lahr y el beneficio comunitario que se deriva de ahí merecen este tributo artístico. El alcalde Müller y la familia Llombart, siempre activos e imaginativos en beneficio del intercambio con Alajuela, podrán alegrarse. También ellos han propiciado la presencia de esculturas costarricenses en Lahr.
El parque Próspero Fernández bien vale una visita. Los invito desde hoy.
Vamos a ver a Leda.
El autor es filósofo.