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Así no se vale, señores

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La primera de las derogaciones, la más común descalificación del feminismo es tratarlo como si fuese una corriente de pensamiento monolítica. Cuando se habla de existencialismo, cualquiera advertirá que Heidegger difiere de Sartre, que Camus propone su propia versión de él, que ninguno de los tres sería concebible sin el gran precursor, Kierkegaard, que por ahí anda Unamuno, y que es concebible incluso un existencialismo religioso, tal el caso de Gabriel Marcel.








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