Las elecciones presidenciales de Francia culminaron con la celebración del triunfo de Emmanuel Macron en la explanada frente a la pirámide del Museo del Louvre. El entusiasmo y la alegría de quienes asistieron era desbordante; las caras de felicidad e ilusión fueron lugar común en quienes con su voto le dieron el triunfo al más joven de los presidentes en la historia de la República francesa.
Acostumbrada quizás a que en nuestro país ya no hay plazas públicas ni grandes debates, me encantó el proceso electoral: los candidatos en las calles, en las fábricas, con grupos ciudadanos, convenciendo y discutiendo sobre sus ideas, y con un reporte permanente en las redes sociales de esos encuentros y debates.
Del final de esta jornada, me emocionó –mucho más que el discurso solemne– la marcha en solitario en la plaza del Louvre del de Macron y, sobre todo, me llamó la atención que los asistentes al festejo llevaron las banderas de Francia, simbólico para lo que verdaderamente es: el triunfo de la República y de la Ilustración, así expresado por Macron: “Voy a servirles con humildad; con fuerza. Voy a servirles en nombre de nuestra divisa: libertad, igualdad, fraternidad. Voy a servirles en la fidelidad de la confianza que ustedes me dieron. Voy a servirles con amor”. Que así sea. ¡Viva Francia! Vive la France!
La autora es odontóloga y salubrista pública.