En la actualidad, un millón de personas utiliza diariamente el sistema colectivo de transporte en autobús como medio de comunicación dentro de la Gran Área Metropolitana (GAM); solamente unos treinta mil (el 3%) son usuarios del ferrocarril que opera Incofer. Este sistema es ineficaz pues se fue conformando con base en concesiones otorgadas hace 40 años, o más, sin obedecer a ningún plan predeterminado.
El desorden de tránsito que provoca ha ido en aumento porque, desde hace años, centros educativos, industrias, comercios y empresas de servicios se han visto forzados a proveer transporte propio a sus trabajadores y estudiantes. Además, gente que desearía utilizar un servicio colectivo se niega a hacerlo porque el actual es lento y deficiente y termina movilizándose en su vehículo particular. Todo se confabula para que, poco a poco, se haya incrementado la saturación y el caos en nuestras vías, que tampoco reúnen condiciones para acoger los volúmenes de vehículos que las transitan. Se trata de un tema muy sensible para nuestra población que necesita de dos a tres horas diarias para transportarse de su casa al trabajo y viceversa.
Ahora que estamos de frente a unas elecciones nacionales, los candidatos entienden que deben tratar de cautivar a un importante número de electores y para ello recurren a la oferta fácil de ofrecer: poner a funcionar un sistema de transporte enteramente nuevo, construir un metro elevado, dice alguno, o mejor un subterráneo y, ¿por qué no?, un tranvía. Cualquier elector compraría una de estas soluciones que, de momento, son ilusiones, sobre todo si los medios de comunicación ayudan a difundir dichas propuestas sin valorarlas ni cuestionarlas.
Estoy seguro de que los candidatos no tienen idea de cómo opera el sistema colectivo en la actualidad, ni cómo se puede modernizar y hacer más eficiente. Mucho menos conocen lo que cuesta construir, equipar y operar un sistema como el que proponen, ni el monto de la tarifa resultante para saber si el usuario la puede pagar.
Con los pies en la tierra. Por supuesto que es deseable llegar a contar con un nuevo modelo de transporte colectivo como el que existe en otras ciudades del mundo. Pero lo cierto es que ello debe constituirse en una meta para el futuro, elaborada con los pies puestos en la tierra. La forma radial en que se ha desarrollado y extendido la población de la GAM obliga a hacer una planificación cuidadosa y hay que dar por sentado que siempre habrá que integrarla al actual sistema de transporte por autobús.
Por eso no logro entender la razón, que no sea otra que el desinterés de nuestros gobernantes, para emprender la modernización del sistema que opera en la actualidad.
El diseño quedó listo en el año 2000 y, desde entonces, duerme el sueño de los justos. Es similar al que se ha puesto en servicio en muchas ciudades de Sudamérica y, cerca de nosotros, en Ciudad de Guatemala donde, por lo que sé, el modelo funciona de manera muy aceptable.
Sugiero a los candidatos que se acerquen al MOPT, que hablen con gente de adentro que debe conocer de estos planes, para que se informen bien, pues alguno será nuestro próximo presidente y si desea emprender una solución al congestionamiento del tránsito en la GAM deberá impulsar primero este proyecto, y si le sobra energía y dinero construir el metro, ferrocarril o tranvía que proponga. Lo que no parece muy útil es ofrecer ilusiones en lugar de soluciones.