Tuvo razón Armando Vargas A. con motivo de su brillante presentación de mi nuevo libro Esmeralda : en mi labor periodística refunfuño... pero, ojo: luego soy. Sobre la base de los papeles dejados por Luisa Hermans, una belga que todavía vive entre nosotros, mi obra resultó una gran denuncia del totalitarismo hitleriano: cinco grandes críticas positivas me estimulan a seguir… refunfuñando, pero con estilo.
El “totalitarismo” no es solo sinónimo de “nazismo”, aquel sistema infame que, se esperaba, se aniquilaría con su creador Hitler. Por varias partes del globo y hasta en la pequeña Costa Rica han surgido nuevos fanáticos de la esvástica, del saludo aquel y de todo lo que implica: tampoco constituye solución a los problemas contemporáneos.
Pero quiero tocar una vieja campana: otro verticalismo nos está subyugando… y casi lo logra. En Estados Unidos, la avalancha suele agarrar fuerza en torno a la “Acción de gracias”, último día de noviembre. Solo que ahora, con tanta pavada, ni el pavo perdonado se acuerda de qué se trata: para cristianos o no, resultó una bonita costumbre: agradecer la cosecha y los favores del año. Pasa que aprovecharon el fin de semana largo para seguir con más comercio. Viva este, espina dorsal de la economía, pero depende cómo. De la exuberante práctica gringa, copiamos la exagerada tendencia a comprar por comprar.
“El show debe seguir”… pero ¿sobre esta base alienada? ¡Qué pereza, este Valembois, siempre rezongando! ¡Cuidado: el alienado es el último en darse cuenta de su estado! En esas estamos. Pague menos, invita aquel lema… Muy bien, pero está por verse… más si obedece a la lisonja y paga “a paguitos”, como pone aquel letrero… ¡De a 2,9% en 48 meses… apague y vámonos! Claro… brutalmente me invocarán que los… brutos son los que caen. Pero casi todo ahora (entre otros, con ese “hacé”, “comprá”, etc. y hasta la chiquilla en pose “sugerente”, no solo de poca ropa) se vuelve tan subliminal-impositivo.
He allí el totalitarismo verticalista que impugno, heredero, ni más ni menos, de aquella bota hitleriana. En forma más suaveci-tica, igual o más fuerteci-tico resulta, conversión posmoderna de aquel suaviter/fortiter que nos explicaron. ¡Insulto, comparación soez, me reprochará más de uno! Vuelvo al papel de lo inconsciente: en su espeluznante confesión, la secretaria del Führer señala nunca haberse dado cuenta de que estaba contabilizando judíos y otros, gente pasada por el horno: los textos referían a “piezas, cosas” ( Stück , en alemán).
Pues ya está: con comprar y comprar cosas, de manera desenfadada y hasta desenfrenada, chunches, carajadas, cual más inútil, nos hemos cosificado, cada vez más manejados y hasta manipulados por “el sistema” y “la libertad” (mucho ojo: para nada recomiendo el modelito venezolano que algún partido empuja). Sorprende, además, la imitación de las dóciles ovejitas. Vea aquel otro: “quiero ser diferente… como los demás”. Perdemos calidad de persona para volvernos un chunche más.
Dardo divino es el que pone el papa Francisco, heraldo de lo humano para arriba: tenemos un “mercado divinizado” y asistimos impávidos, sí, como aquel pavo, a la “globalización de la indiferencia”. ¿A qué viene ahora ese sermón? A que Hitler también logró su funesto infierno manipulando lo espiritual: ¿no llevaban sus soldados un cinturón con hebilla de “Dios con nosotros”?
Sigue el soez soborno: empezó con la “Acción de gracias” que manipula virtud hasta en lo virtual, pasa por ese vendedor que ofrece “coronas de adviento”, pero no tiene idea de quién adviene… Continúa con esa vecina nueva, a la que le parece muy “navideño” llenar su fachada de luces, pero, por dos veces ya, no se digna responder el saludo. ¿Pronto vendrá un Jesucristo haciendo Jo-jo-jo?
¡Qué cosa… sobre cosas! Termina mi refunfuñada..., por hoy.