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Las tierras a la deriva

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Soy un puntarenense de cepa, mi identificación personal se inicia con el número 6, nací y crecí entre botes y lanchas, el olor a gasolina, el cantar de las gaviotas y el dulce olor de la brisa salada rozándome la piel. En mi infancia, los oriundos de la provincia podían subsistir con los “ingresos del mar” y los trabajos ocasionales. Las personas que pudieron desarrollar su capacidad intelectual y cumplir el proceso de una educación universitaria, aspiraron a mejores oportunidades laborales y, por ende, a una mayor estabilidad económica.








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