Don José Joaquín Trejos Fernández fue un hombre de letras que dedicó su vida a su familia y a formar y a educar en la Universidad de Costa Rica. Fue un político maestro que entendió que la educación debe transformar radicalmente al mundo o no vale la pena. Que la educación debe ser el motor de cambio por excelencia o ha fallado en su misión histórica.
Fue un hombre que enseñó a los jóvenes a comprender el valor de su libertad y a no temerle a esa libertad y cuán inmensa es su capacidad de transformar el curso de las cosas. Les enseñó a aceptar que ellos son responsables por el ejercicio de cualquier derecho o prerrogativa que les haya sido concedida, y que en el ejercicio de esa libertad pueden cambiar el mundo para bien o para mal.
El día de hoy, cuando vivimos en un mundo en donde las generaciones más jóvenes dominan herramientas que nosotros ni siquiera alcanzamos a comprender, en un mundo en donde se produce más conocimiento en cinco años que en toda la historia de la humanidad, en un mundo en donde un teléfono inteligente contiene tecnologías más complejas que las que pusieron a Franklin Chang en el espacio, comprendemos mejor lo que enseñaba don José Joaquín a los jóvenes universitarios cuando les proponía que no debían tenerle miedo a la libertad. Que no debían tenerle miedo a ese galope creativo que destruye a su paso los dogmas y los prejuicios. Que no debían tenerle miedo aunque derrumbara las paredes del pensamiento antiguo; aunque revolviera el polvo de las tradiciones que habían permanecido intocables durante siglos.
Oportunidad para educar. Don José Joaquín estaba convencido de que un mundo mejor no estaba escondido en los archivos, que un mundo mejor no vendría del acervo de costumbres que en el pasado nos llevaron, una y otra vez, al borde del abismo, y que un mundo mejor vendría de la imaginación y del ingenio humanos, y por ello aceptó aspirar a la presidencia de la República, convirtiéndose en el “candidato de las manos limpias”.
Lo hizo con plena conciencia de las responsabilidades que asumiría ante el país y ante la historia. Lo hizo porque creyó que su participación en la política era una oportunidad para educar.
Durante su gobierno, don José Joaquín nombró a mi padre presidente del Banco Central de Costa Rica. Aún recuerdo las visitas que realizaba a nuestra casa, en San Francisco de Heredia, donde acudía con don Óscar Barahona Streber y algunos de sus otros ministros, para conversar con mi padre temas de interés nacional. Yo era entonces un estudiante de la Universidad de Costa Rica, impresionado por aquel intercambio de ideas entre hombres brillantes. Ese es el recuerdo de él que me ha acompañado a lo largo de toda mi vida adulta.
Sincero y firme. Siempre supo decir la palabra precisa en el momento indicado. Su verbo era suave y su mirada transparente transmitía la confianza de un hombre que no tenía nada que ocultar. Nunca hizo alarde de su honestidad, porque ser honesto, como siempre lo he dicho, no es una virtud, sino una obligación, y nadie lo sabía mejor que don José Joaquín Trejos Fernández.
Era sincero y firme, y con esa sinceridad y esa firmeza fue un día a mi casa a manifestarme, junto con don Pepe, don Mario Echandi, don Daniel Oduber y don Rodrigo Carazo, su apoyo al plan de paz, durante mi primer gobierno, que habría de acallar las armas en Centroamérica.
Es prácticamente imposible resumir en unas cuantas líneas la vida de don José Joaquín Trejos. Se tendrían que escribir muchas hojas para contar uno a uno los segundos cumplidos en el reloj de esperanzas de un hombre cuyas luchas marcaron siempre los minutos de una nueva era. Las horas de un futuro que hoy tenemos el privilegio de disfrutar. Pasar una a una las hojas del calendario de ideas que fue escribiendo durante su trayectoria como educador y su breve paso por la vida pública.
A pesar de que las manecillas del reloj de don José Joaquín se detuvieron en el 2010, su legado continúa marcando el tictac de un futuro al que ansiamos arribar. Guardo la esperanza de que llegue el día en que las manecillas de nuestro reloj se encuentren con las de don José Joaquín Trejos Fernández. Y se encuentren no para poner fin a una jornada de enseñanzas, sino precisamente para iniciar una nueva. Para marcar la hora de un segundo tiempo para las nuevas generaciones. La hora en la que las campanas de nuestro campanario de luchas anunciarán que los beneficios de su legado han llegado, al fin, a todos los rincones de Costa Rica.
El autor fue presidente de la República en los periodos 1986-1990 y 2006-2010.