En Costa Rica respiramos un aire de paz y libertad. Nos jactamos internacionalmente de no tener ejército y de ser la democracia más antigua de Latinoamérica, lo cual es un orgullo para todos. También presumimos del trato igualitario a todos los ticos y residentes en nuestro país. Sin embargo, en este campo, el entorno tiene varios matices. Si bien es cierto todos los ticos podemos votar o expresarnos libremente, la realidad es que en algunas situaciones hay “ticos iguales y ticos menos iguales”. O, dicho de otra manera, hay “ticos iguales y ticos diferentes”.
A pesar de que más de un 5 % de la población tiene algún tipo de discapacidad, todavía llama la atención el rezago en la mayor parte de la infraestructura y edificaciones del país, así como en el transporte público, para permitir el debido acceso a este grupo minoritario, con el objeto de que puedan transitar libremente.
En cuanto a las mujeres, no obstante tener un elevado acceso a la salud, la educación y la política nacional, todavía subsisten importantes estereotipos de género que les “asignan” los roles materno y de hogar, limitándoles oportunidades laborales en las que pueden desempeñarse tan bien, o mejor, que los hombres.
Esto no sorprende porque muchos centros preescolares costarricenses siguen enseñándoles a sus alumnos la canción popular que dice: “Arroz con leche me quiero casar con una señorita de la capital. Que sepa coser, que sepa lavar…”.
Otros grupos discriminados. La población negra en Costa Rica ha hecho extraordinarios aportes a nuestra cultura, en gastronomía y desarrollo social, entre otros. Sin embargo, como publicó La Nación en una ocasión, “una niña negra de 13 años se bañó en talco para disimular el bello color de su piel. Sus condiscípulos, empeñados en hacerle la vida imposible, la acosaban con comentarios racistas al punto de infundirle rechazo a la escuela, episodios de ira en la casa y contribuir a la pérdida de dos años reprobados”.
Los indígenas representan alrededor del 2 % del total de nuestros habitantes. Es uno de los grupos minoritarios más marginados por nuestra sociedad y cuentan con un limitado acceso a la salud. Como muestra de lo anterior, el índice de mortalidad infantil en los cantones con alta presencia indígena duplica el índice de mortalidad nacional.
Y un caso personal. Yo soy costarricense de nacimiento, hijo de padres costarricenses. Practico la religión judía con el mismo orgullo con que aporto trabajando por Costa Rica, como gallopinto y me alegro por los triunfos de la Sele. Sin embargo, amenazas en redes sociales como “volémonos la sinagoga en Pavas” o el boicot contra negocios de judíos en Costa Rica, son equivalentes al antisemitismo que terminó en un abominable Holocausto hace 70 años.
Obstáculos. El problema no es ser diferentes. La diversidad, más bien, es una gran oportunidad para enriquecer nuestra cultura y nuestra sociedad en general. El verdadero problema es que los “ticos diferentes” no podamos vivir y progresar plenamente en virtud de esas diferencias.
Por todo lo anterior, aplaudo el gran esfuerzo de la Defensoría de los Habitantes y la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa para redactar y promover un proyecto de ley antidiscriminación, actualmente en espera de ser conocido y aprobado por el plenario legislativo.
Si usted ha sido objeto de discriminación en Costa Rica, cuente su historia en la página de Facebook “Yo no quiero discriminación”. Si usted no la ha sufrido, pero apoya el proyecto de ley, manifiéstelo también en la página indicada. Demandemos a nuestros diputados la aprobación de esa ley, que nos permitirá reducir la brecha entre los “ticos iguales y los ticos diferentes”.
No se trata de eliminar nuestras diferencias, sino de permitir el desarrollo pleno de todos dentro de esa pluralidad, tanto de “los iguales como de los menos iguales”.
Demostremos que la convivencia pacífica y el progreso social es posible en una sociedad diversa para que los ticos tengamos otra razón más para “rajar” y sentirnos orgullosos.
El autor es abogado.