Si Albert Einstein tratara de describir la aceleración como parte del principio de equivalencia utilizando a la Asamblea Legislativa de Costa Rica como ejemplo, seguramente hubiera fracasado en su intento.
En la Asamblea, gracias a unos pocos diputados y a un reglamento obsoleto, no existen tiempos ni velocidad, y se tiene una idea completamente desvirtuada de las necesidades de todos los ciudadanos costarricenses. Tomemos como ejemplo los diferentes proyectos sobre investigación en seres humanos.
En noviembre del 2002, hace 9 años, publiqué en la prensa, como parte de un artículo, lo siguiente: “Aun cuando en nuestro país se han publicado Decretos y Reglamentos, cumpliendo entre otros aspectos con estas Normas Internacionales, que han permitido que la investigación clínica se realice dentro de un marco ético, moral y científico apropiado, es indiscutible que en la época moderna, de avances vertiginosos en la medicina, resulta necesario ir mas allá, y plasmar la experiencia obtenida por propios y extraños en una Ley que regule la investigación en seres humanos, y que logre el equilibrio necesario entre la necesidad de evolución de la ciencia para beneficio de la humanidad, y el respeto a los derechos humanos, manteniendo el papel rector que por ley tiene el Ministerio de Salud”.
“Aceptando estas coincidencias, deberíamos entonces dejar las discusiones bizantinas y pasar a la práctica, y olvidándonos de los colores políticos, apoyar el proyecto de Ley... recientemente publicado en La Gaceta , por ser un proyecto equilibrado, moderno, práctico, de consenso...”.
Se repite la historia. Como dice la canción, parece que fue ayer todo lo escrito hace 9 años estamos viviéndolo de nuevo, sin que se logre tomar una decisión sobre la Ley 17.777 actualmente en discusión.
Se presentaron de nuevo, por unos pocos diputados, 138 mociones, con la característica que muchas de ellas son repetidas, otras ya habían sido aprobadas o rechazadas en comisión, muchas no le agregan nada al proyecto, y al final, lo que si pueden hacer, es seguir retrasando la aprobación de la Ley.
Esto se conoce como obstruccionismo parlamentario o la consigna del NO a una ley que ha sido ampliamente discutida fuera y dentro de la Comisión de Sociales por varios años, y que además se ajusta en toda su dimensión a las regulaciones mundiales.
La misma proponente que ahora obstruye el debate parlamentario con un sinnúmero de mociones, afirmó que, gracias a su “arduo trabajo para corregir y consensuar cambios”, se logró el dictamen unánime de Comisión. Entonces, ¿para qué sirven los dictámenes unánimes en Comisión, si lo discutido es reiterado y cuestionado por las mismas personas que lo firmaron, poniendo en tela de juicio todo el trabajo que la Comisión llevó a cabo? Recordemos de nuevo para finalizar al gran Albert Einstein, que decía que “El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”. No nos empeñemos en cerrarle puertas a la ciencia.