“No señor, el combo solo viene con bebida pequeña y no se lo puedo cobrar con bebida mediana pues la caja registradora no tiene una tecla que me lo permita”, esa fue la respuesta que me dio el muchacho del mostrador.
Mientras me debatía entre sentimientos de ira, incredulidad y frustración, preferí concentrarme en buscar una pronta solución para este simple problema. Le pregunté qué cantidad de líquido contienen las bebidas pequeña y la mediana; y me indicó que la pequeña tenía exactamente la mitad de la mediana.
Entonces le solicité que me vendiera el combo normal y que adicionalmente me cobrara una bebida pequeña. Eso sí, que pusiera ambas cantidades en un vaso mediano, con lo cual logré lo que inicialmente quería: un combo con bebida mediana.
Decidí bautizar el acontecimiento “el síndrome de la tecla”, para definir así todas aquellas situaciones en que, producto de una directriz, norma o instrucción, las personas actúan de forma automática, y dejan de lado su potencial de innovar y de pensar crítica y creativamente.
Soluciones creativas . Dicho síndrome inhibe la búsqueda de soluciones alternativas a los problemas cotidianos mediante un pensamiento más creativo, ingenioso, innovador y vigoroso que permita desarrollar el criterio necesario para aprender a aplicar soluciones que, aunque no sean idénticas a las que se propuso o inculcó, son igualmente válidas y –muchas veces– hasta mejores.
Lo más importante, quizás, es que tales soluciones alternas nos obligan a pensar más allá de lo que nos permite hacer la tecla.
El caso es interesante por ser evidente, simple y cotidiano, además de aplicable a múltiples situaciones que enfrentamos diariamente en nuestras vidas, independientemente de lo sencillos o complejos que sean nuestros trabajos u ocupaciones.
Nos encontramos todos los días con personas que, víctimas del “síndrome de la tecla”, dejan de lado su potencial y capacidad de innovar, de sobresalir y de pensar fuera del paradigma que se les ha impuesto.
Así las cosas, es fundamental que hagamos un análisis profundo y crítico sobre el asunto, que evaluemos si somos víctimas de este síndrome, si nos conformamos con aplicar cómodamente la solución “machotera” o “cajonera” que encontramos a primera mano o, si más bien, vamos más allá y buscamos nuevas respuestas a nuestros problemas, mejores métodos para llevar a cabo nuestras labores diarias y soluciones creativas que nos permitan sobresalir.
En síntesis, el adoctrinamiento que genera el síndrome de la tecla nos impide hacer uso de nuestro sentido común, desarrollar capacidad crítica y anticiparnos a las necesidades que nos presenta el mundo actual, lo cual resulta indispensable en una coyuntura en que debemos competir a la luz de la apertura comercial, tecnológica y hasta lingüística, de la libre competencia y, en general, de la globalización.
Asimismo, debemos tomar consciencia de que vivimos en una era que nos exige cada vez más y que nos obliga a superar el síndrome de la tecla para evitar que la rutina, la automatización y mecanización de procesos y conductas, nos lleve a sacrificar el uso de nuestro potencial de creatividad e innovación y nos impida ser críticos en el análisis y solución de los problemas, desde los más sencillos hasta los más complejos. Llegó el momento de dejar atrás este nocivo síndrome y salir del paradigma que constituye un obstáculo para desarrollarnos y sobresalir como individuos y como país.
Rafael E. Cañas es abogado