Las palabras que titulan este comentario –de ahí su entrecomillado– fueron pronunciadas por el primer ministro de Baviera, Horst Seehofer, horas después de que ocurriera un atentado terrorista en Múnich, Alemania. Tres en una sola semana.
Fue cometido por un joven de apenas 18 años de nacionalidad germano iraní. Aunque aún no está claro, al parecer este hecho de violencia urbana fue motivado por convicciones de ultraderecha que, en Alemania, al igual que en otros países de Europa y América, está en alza.
“Sin seguridad no hay libertad” que valga. No somos libres si vivimos aterrorizados porque en cualquier momento, en cualquier lugar, seamos quienes seamos, podemos ser víctimas de una matanza tan brutal como inaceptable.
Ya no es el miedo a la libertad lo que nos aterroriza, es el miedo a una muerte probable e injustificada cuyo autor puede provenir de cualquier lado, actuando por cualquier motivo y utilizando cualquier medio: bombas, aviones, camiones, metralletas.
Ese miedo ha generado, entre otros efectos, que las organizaciones, partidos o líderes políticos más retrógrados y extremistas, de uno u otro signo, se conviertan hoy en una referencia de aquello que nos puede dar la seguridad que necesitamos para darle sentido y vigor a nuestra libertad.
Angustioso panorama. La victoria de Trump en la convención republicana y su buen posicionamiento en las encuestas sobre intención de voto para las elecciones nacionales son una buena muestra de esa búsqueda de “ley y orden” que prometió el candidato en su discurso de aceptación.
Sin embargo, las mujeres y los hombres de paz, los demócratas ante este angustioso panorama tenemos una misión que cumplir: seguir siendo libres, seguir creyendo en la pluralidad y la armonía entre los pueblos, seguir con nuestro modo de vida en democracia, ese es el más poderoso antídoto contra el terror.
Refugiarnos en nuestras casas, encerrarnos en entornos excluyentes, renunciar a nuestro modo de vida, dejar de celebrar la vida en convivencia, desarrollar desconfianza masiva contra el resto de la humanidad será, al fin de cuentas, la victoria que buscan los terroristas. Por eso se llaman así, porque se dedican a producir miedo; un miedo que los hará fuertes en la medida en que, además de vidas, logren destruir modelos de convivencia humana.
No se trata de no admitir nuestro miedo ni de ser temerarios; se trata, tan solo, de seguir viviendo nuestras vidas como una reivindicación cotidiana de nuestros valores en libertad. Esa es nuestra misión.
El autor es abogado.