Este jueves se conmemoró un siglo de la muerte del presidente mexicano general José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, quien gobernó su país por treinta años –desde 1876–, veintisiete de los cuales lo hizo de modo ininterrumpido (1884-1911). Hito de enorme trascendencia política para México en particular y para Latinoamérica en general por lo longevo de dicho mandato, al cual se le conoce con el simbólico nombre del “Porfiriato”.
Este centenario, que en primera instancia podría catalogarse como de exclusivo interés para la historia mexicana, resulta también de gran significancia para Costa Rica, ya que Díaz Mori fue uno de los mandatarios latinoamericanos que más relación diplomática, política, económica e histórica ha tenido con el país.
Vínculo bilateral. El primero de los episodios surgió a raíz de la inminente invasión que, para marzo de 1885, estuvo por concretar la República de Guatemala a nuestro suelo en el marco de la megalómana unión centroamericana que dicha nación pretendía.
Ante tan acre circunstancia, el Gobierno de Costa Rica envió varias misiones diplomáticas para frenar el abuso, y se escogió al entonces joven abogado Ricardo Jiménez Oreamuno para obtener el apoyo de México. El éxito de la gestión fue total, pues Díaz le otorgó a Costa Rica respaldo político y militar, hecho que también significó para Jiménez su condición de primer diplomático costarricense acreditado ante la nación mexicana.
Panamericanismo mutuo. Desde finales de la centuria decimonónica y principios del siglo XX, el gobierno de Díaz hizo mancuerna política común con Costa Rica en casi todos los proyectos internacionales relacionados con los intereses del continente americano.
En ese sentido, Díaz estuvo siempre de acuerdo para que ambos países actuaran conjuntamente en hechos como la I y II Conferencia Internacional Americana (1888 y 1901-1902 respectivamente), el Tratado de Paz del Marblehead (1906), la Conferencia de Paz Centroamericana (1907) y, muy especialmente, en la creación en Costa Rica de la Corte de Justicia Centroamericana (1908).
Unido a lo anterior, el Porfiriato fue el primer gobierno extranjero que ayudó económicamente a Costa Rica cuando sucedió el fortísimo terremoto de Santa Mónica, Cartago (mayo, 1910). En ese mismo año, Costa Rica fue una de las delegaciones internacionales invitadas por el presidente Díaz a la conmemoración oficial del centenario de la Independencia de México.
Injusticia histórica. Como consecuencia de la Revolución mexicana, Díaz Mori salió exiliado de México en mayo de 1911 y se domicilió en Francia, donde vivió los últimos años de su vida con la añoranza de regresar a su país y morir ahí.
Su deseo no pudo materializarse, pues falleció en París, precisamente a las 6 de la tarde del 2 de julio de 1915. Fue enterrado primero en la parroquia de Saint Honoré l’Eylau y en 1921 en el parisino Cimetiere du Montparnasse. Sitio en el que su osamenta se encuentra todavía.
Desde hace décadas se hacen ingentes esfuerzos para repatriar sus restos a México, tal y como lo solicitó en vida, e incluso las autoridades del estado de Oaxaca declararon al actual año 2015 centenario luctuoso del general José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, “soldado de la patria”.
Pero, como atinadamente ha sostenido un afamado historiador mexicano, se le ha negado el derecho de regresar a su patria. “Es tiempo, cien años después de su gobierno, de que se estudie fríamente su papel en la historia de México y de que se le juzgue imparcialmente, sin odios ni rencores, y de que se le dé el lugar que le corresponde”, afirma el mismo historiador.
Costa Rica debería hacer eco de este anhelo, en este centenario, como un mínimo gesto simbólico de agradecimiento para un ilustre presidente de México que tantos y tan sólidos lazos de amistad tendió entre su patria y la nuestra.
Tomás Federico Arias Castro es coordinador de la cátedra de Historia del derecho de la Universidad de Costa Rica.
Tomás Federico Arias Castro es coordinador de la Cátedra de historia del derecho de la Universidad de Costa Rica.