¿Es necesaria una asamblea nacional constituyente en Costa Rica? La respuesta depende de cómo visualicemos nuestro país.
No es necesaria si estamos conformes con la manera calamitosa que tiene el Estado de gestionar los servicios y la obra pública. Tampoco si nos parece que el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, incluso el Electoral, están bien integrados, organizados y con buen funcionamiento.
No es necesaria si queremos seguir aguantando que se dilapiden los recursos públicos y se vulneren las metas y objetivos institucionales, sin que nadie sea responsable ni siquiera políticamente, ni haya una verdadera rendición de cuentas. Tampoco si creemos que instituciones como el Servicio Civil sirven a las nuevas realidades del servicio público.
Una constituyente saldría sobrando si estamos satisfechos con las instituciones de control como la Sugef, la Sutel y la Aresep, entre otras, o si pensamos equivocadamente que el sistema constitucional anglosajón es comparable al germano románico. Tampoco sería necesaria si vislumbramos que ante las nuevas realidades del mundo hay que esperar que se “aclaren los nublados del día”.
No es necesaria si estamos convencidos de que los 62 proyectos de reforma constitucional que hacen fila actualmente en la Asamblea Legislativa se van a aprobar pronto y no dentro de 200 años. Menos podríamos fundar la necesidad, si estamos contentos con el centralismo, el meseterismo y el verticalismo que tiene la organización del poder en Costa Rica.
Tampoco si estamos de acuerdo con mantener las 332 instituciones, muchas de las cuales hacen lo mismo y traslapan funciones. Obviamente, no es necesaria si pensamos que en Costa Rica es políticamente viable eliminar la propiedad privada, los derechos fundamentales, las libertades públicas, las garantías sociales y el aguinaldo.
En ese contexto no sería necesaria una nueva asamblea nacional constituyente. Lo procedente sería mantener el estado de cosas y proseguir con la diarrea de leyes, con parches y remiendos y unas cuantas reformas parciales para seguir en jauja postergando la solución de los problemas estructurales.
Desorden. Lejos de esos temores y conformismos, muchos sí entendemos que es necesaria una asamblea constituyente. Es necesaria porque el país tiene un gran desorden organizado que debe resolver con visión integral. Porque, además, las reformas parciales no ofrecen esa visión ni ese rumbo. Porque es imprescindible generar normas apropiadas a una cultura de rendición de cuentas que se manifieste en responsabilidades con consecuencias efectivas.
Es necesaria porque debemos poner coto a la dilapidación de fondos públicos que va en contra del bienestar de la gente, porque hay funcionarios que hacen lo que les da la gana y nada pasa. Es necesaria porque debemos hacer reformas estructurales al Estado, procurando la simplicidad en vez de la agobiante complejidad.
Es necesaria porque debemos migrar a un régimen más parlamentarista, y menos centralista, cambiando la integración, la organización y el funcionamiento de los poderes, tarea que nunca se va a hacer en la Asamblea Legislativa.
Es necesaria porque debe revisarse a fondo la hacienda pública y el sistema tributario costarricense alambicado, ineficiente e injusto, porque, además, debemos replantear seriamente la conveniencia de mantener la exuberante institucionalidad pública con más de 300 organismos sostenidos por el Estado.
Es necesaria porque conviene introducir variables transversales como la demográfica sin la cual es muy difícil preparar el futuro de la sociedad.
Actualización. Es importante la reforma integral para no seguir parchando y remendando la Constitución vigente y para actualizar la normativa a las nuevas realidades y necesidades del siglo XXI y a los nuevos derechos ciudadanos.
Es necesaria porque hay vacíos constitucionales y pérdida de fuerza normativa en nuestra carta fundamental. Esto es lo que creemos ciudadanos de todos los sectores y signos ideológicos que estamos en la tarea de que se convoque un referéndum con el propósito de que el pueblo decida.
Creemos que es hora de ofrecer la palabra a la ciudadanía. Que no “cunda el pánico”. La mayor discapacidad de una sociedad es el miedo.
El autor es empresario y exdiputado.