El pasado 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental. La Organización Panamericana de la Salud calcula que alrededor de un 25% de la población de América Latina sufrirá de alguna enfermedad mental en algún momento de su vida. En nuestro país, datos de la Caja Costarricense de Seguro Social mostraban que, en el 2010, la depresión ocupaba la mayor proporción de consultas por trastornos mentales en la institución, con alrededor de un 40%. Le seguían los trastornos de ansiedad, con un 19%.
Prioridades. Las prioridades en salud pública usualmente se desarrollan con base en los indicadores de prevalencia, es decir, las enfermedades que afectan a una mayor cantidad de personas son las que tienden a recibir mayor atención. Por esta razón, crear conciencia sobre la depresión tiene un gran valor, precisamente, por la carga de este mal. No obstante, también debemos enfocarnos en otros indicadores para tener una idea más clara de la realidad de la salud mental en el país.
Al analizar los datos sobre mortalidad, nos encontramos con que los desórdenes psiquiátricos con mayor mortalidad son los problemas alimentarios, y el 10% de las personas que los padecen, eventualmente mueren. Además, son algunos de los problemas mentales más difíciles de tratar, especialmente en las sociedades actuales, que veneran la delgadez y equiparan la pérdida de peso con una meta alcanzada.
En nuestro país, datos recientes de una investigación de la Escuela de Psicología de la Universidad de Costa Rica muestran que 22.000 estudiantes costarricenses están en riesgo de desarrollar algún problema de alimentación. Debido a la alta mortalidad, a las dificultades del tratamiento y a la cantidad de jóvenes en riesgo, las autoridades de salud deben enfocarse en su prevención.
Sobrepeso y obesidad. Los esfuerzos de prevención del sobrepeso y la obesidad no deben opacar los esfuerzos de prevención de los problemas alimentarios. Actualmente, según la Encuesta Nacional de Nutrición, poco más del 60% de la población adulta y alrededor del 20% de la población infantil tienen sobrepeso. Esto ha generado una serie de esfuerzos para combatir estos males y son plausibles. Sin embargo, hay que procurar que estos esfuerzos no se malinterpreten como un llamado a “bajar de peso a como dé lugar”.
No podemos enfocarnos únicamente en los problemas alimentarios “tradicionales” como la bulimia y la anorexia. Uno de los avances del más reciente Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-V) fue, precisamente, adjudicar al “síndrome del atracón” su propia categoría, por lo que los esfuerzos de prevención también deben ir en esta vía. Aunado a esto, tampoco podemos cometer el error de reproducir la idea de que los problemas alimentarios necesariamente se reflejan en el bajo peso. Por ejemplo, hay personas con síndrome del atracón y bulimia que tienen sobrepeso. Los problemas alimentarios pueden pasar desapercibidos a la vista.
Completamente ‘democráticos’. En relación con el género, no se puede dejar de lado a los varones, pues estos representan alrededor de un 10% de quienes sufren de estos problemas. En relación con la edad, tampoco se puede excluir a las personas en edad adulta. Originalmente, se pensaba que estos problemas solo afectaban a los jóvenes y que los adultos que vivían con ellos, los habían desarrollado desde la adolescencia. No obstante, investigaciones recientes muestran que los adultos (de 40 años para arriba) y los niños también son vulnerables a esos trastornos. Finalmente, estos desórdenes aquejan a personas de todos los segmentos socioeconómicos. Por todo lo anterior, podemos afirmar que los problemas alimentarios son completamente “democráticos”.