El próximo presidente de la República enfrentará un serio problema a la hora de buscar a quienes lo acompañen en la ardua labor que le espera: los salarios que va a ofrecer a sus candidatos a los puestos deministro y viceministro no son competitivos en términos de mercado, considerando el perfil del cargo. Un catedrático universitario o un magistrado o, en menor medida, un diputado, podrían percibir como ministros hasta un 50% menos respecto de su salario actual.
En el caso de que pretendieran traer personalidades del ámbito privado, a los que no les es posible percibir anualidades, es todavía peor; y ni para qué mencionar si el candidato no ostenta títulos académicos formales, aun cuando sea una persona connotadísima, como fue el caso de don Guido Sáenz, Premio Magón de Cultura; o el de don Manuel Obregón, artista notable.
Aún con todos los componentes salariales que perciben los funcionarios del Poder Ejecutivo, escasamente se van a redondear ocho mil dólares estadounidenses, más alguna que otra dieta. Recordemos su exposición mediática 24 horas, siete días a la semana, inestabilidad y el riesgo de terminar en estrados judiciales por cualquier pifia o venganza política. Además de eso, seguramente es el único país del mundo donde se silencia políticamente a las autoridades políticas y se permite que los funcionarios de carrera hagan campaña política.
Con una línea, a mi juicio equivocada, supuestamente para evitar críticas populistas de diversos sectores, que nunca se soslayarán, hoy los sueldos de estos funcionarios llevan tres o cuatro administraciones congelados, y se da la situación de que funcionarios de tercer y cuarto nivel, siempre dentro del Poder Ejecutivo, ganan más que su ministro. Con otros poderes y algunas autónomas, la diferencia es abismal. Pocos valientes se animan a tocar este tema, con excepción de don Jorge Walter Bolaños, exministro de Hacienda, a quien he visto asumir elreto, aun cuando sea para nadar contra corriente.
Doble moral. Es un tema difícil de tratar por la doble moral que a menudo subyace en el ambiente político. En un Estado presidencialista, el Poder, así con mayúscula, es y debe ser ejercido primeramente por el Poder Ejecutivo. Veamos el escrutinio público que implica la elección del presidente de la República. Entonces, ¿por qué sus jerarcas deben ser los que menos ganan? Más aún si vemos que, siendo constitucionalmente el rector de las acciones del Gobierno, el ministro percibe una bagatela, respecto a funcionarios sobre los que supuestamente debe ejercer dirección estratégica. Para muestra, Salud-CCSS, Minae-ICE, el ministro de Hacienda frente al resto del sector financiero.
Me imagino un presidente electo llamando a un amigo para ofrecerle el Ministerio de Salud. Este le dice: “¿Por qué, entonces, si tanto me quieres, no me das la CCSS? Ganaría el doble y, de paso, te recomiendo a fulano de tal para el MS”. ¿Quién se convierte en rector de quién?
Poder que se debilita. He venido afirmando que estamos ante un peligroso debilitamiento de las competencias y capacidades del Poder Ejecutivo, a la par de un delicado proceso de “judicialización” de la política y de la administración. Se afirma desde la génesis del Estado moderno que, cuando el equilibrio de poderes se rompe, surge la barbarie. Siempre se piensa que este equilibrio se rompe por acción del Ejecutivo, eso no es necesariamente cierto. Cuando se da una diferencia abismal, en el ámbito salarial, también se abre una peligrosa grieta en el citado equilibrio.
Hago un respetuoso llamado a candidatos y autoridades gubernamentales para nivelar el camino del próximo gobierno, acordando ya un mecanismo para dar competitividad a los salarios de ministros y viceministros.