Durante los últimos días, se ha mencionado, en forma reiterada, el tema del ataque del hongo Hemileia vastratix (roya del cafeto)que está afectando las plantaciones de café y, por ende, las finanzas de más de 50.000 familias que viven de manera directa de esta actividad productiva. El Gobierno se acuerda del sector agropecuario y propone acciones de combate a la enfermedad y apoyo a los productores, con recursos cercanos a los ¢20.000 millones. Recursos que, como ha ocurrido en ocasiones anteriores, serán entregados y utilizados de forma clientelista en vísperas de las elecciones nacionales.
Desde el punto de vista agronómico, uno conceptualiza que el manejo de la enfermedad debe ser integral y piensa de inmediato en fertilización, poda, manejo de sombra, aplicación de fungicidas, variedades, distancias de siembra y otros temas netamente agronómicos.
Y de inmediato, uno se da cuenta de que todo esto lo conoce el productor cafetalero que ha convivido equilibradamente con “la roya” durante más de 20 años. Entonces, ¿porqué ahora ataca tan fuerte este hongo? Es producto de la falta de recursos económicos, oportunos y accesibles, para darle a su cultivo el manejo agronómico recomendado.¿Dónde están los recursos financieros de la Banca de Desarrollo? ¿Dónde está la investigación participativa y aplicada? ¿Dónde está la extensión agrícola? ¿Dónde está la política de control de precios y calidad de los agroquímicos? ¿Dónde está el comercio justo? ¿Dónde está el desarrollo de infraestructura de transporte para el grano de oro? En fin, ¿dónde está la política integral para el sector agropecuario?
En realidad, la roya atacó y venció fácilmente la institucionalidad agropecuaria desde hace 25 años; se reducen los presupuestos, se cierran programas, se despiden funcionarios sin respaldo técnico, se cierran agencias de extensión, se limita el acceso a crédito y se prioriza a grandes empresas transnacionales en detrimento de pequeñas y medianas empresas costarricenses. La roya atacó y venció fácilmente a los políticos que durante los últimos años han manejado las políticas públicas del sector; es más, muchos de ellos se han dejado atacar por la roya de manera consciente y complaciente.
Hoy, se pretende, con un poco de abono y otro de fungicida, maquillar una política sostenida de descomposición premeditada del importante sector agropecuario.