El retorno de José María Figueres se da en medio de una Costa Rica carente de orientaciones y referentes que motiven la adhesión y la movilización política. Su arribo conlleva una enorme carga emotiva que a unos les hace recordar la parábola del Hijo Pródigo y, a otros, la de las Diez Minas.
De sus recientes declaraciones, se deducen al menos dos objetivos: recuperar el control del PLN y provocar una nueva dinámica en la política nacional que asegure la vigencia de su partido.
Control del PLN. Pareciera que su tesis de principio es que el PLN camina por trillos ajenos a la socialdemocracia costarricense. El figuerismo es linaje y leyenda, cuya reivindicación histórica demanda la toma del control del PLN, entendida en la recomposición de interlocuciones, establecimiento de nuevas alianzas y redefinición de su propuesta programática.
Este proyecto, en esencia político, naturalmente encontrará oposición en el arismo, cuyo dominio ahuyentó buena parte del liberacionismo histórico y, en su lugar, dio la bienvenida a actores ubicados más a la derecha de la socialdemocracia, en torno a un proyecto fundamentalmente de negocios.
Así las cosas, no pareciera viable la coexistencia armónica de ambas tendencias. Ahora bien, si acaso las aguas se mostraran serenas, lo serán solo en la superficie y únicamente por cálculo y decoro.
Oposición organizada. Se desprende que para él la vigencia del PLN pasa por mejorar la competitividad del sistema de partidos, el cual, a pesar de la desaparición del bipartidismo, mantiene en condición de predominio al PLN. En ninguna parte, un partido sin competencia real está en capacidad de conducir democráticamente los destinos de su pueblo ni de vivir para contarlo.
Este guiño de fortalecer la oposición recuerda lo actuado por el ex- presidente Monge Álvarez durante su mandato, cuando, ante el inminente contagio de guerra centroamericana en suelo nacional, adelantó la deuda política y permitió la convergencia de fuerzas en el Partido Unidad Social Cristiana, que se convirtió en el interlocutor de un Gobierno urgido de una contraparte con la que alcanzar los acuerdos necesarios, para asegurar la gobernanza democrática del país.
Asumo que don José María vería positivamente que este sistema multipartidista opere a dos bandas, donde la oposición – expresamente la exliberacionista – sea vigorosa y tenga la confianza y anuencia a tender puentes y transar, como en los viejos tiempos, pero desde tiendas distintas.
La condiciones. Para madurar estos propósitos, necesariamente debe atender el malestar de un sector de la ciudadanía que interpreta su prolongada ausencia como huida de la justicia, a fin de evitar rendir cuentas por comisiones provenientes, en última instancia, de la empresa Alcatel; lidiar con la facción neoconservadora del PLN, que ve en él una amenaza de romper con el statu quo establecido desde hace una década y evitar que su retorno reedite el flaco favor que el expresidente reelecto le infligió a la democracia costarricense, al echar por tierra el semillero de nuevos liderazgos, de los que urge el país. Esto implica desistir de arrebatar el espacio de aspirantes como Johnny Araya y Antonio Álvarez, ni de otros que compiten desde la oposición; so pena de “caer mal” y alejar eventuales apoyos en su presupuestada lucha contra los Arias.
En consecuencia, sus objetivos parecen exigirle colocar en tercer o cuarto lugar la discusión sobre una candidatura para el 2014. Aunque en política todo es posible, obrar en sentido contrario echaría por tierra la posibilidad de asirse férreamente a los mecates del partido, remozar la competitividad del sistema político y lanzar su proyecto PLN 2.0.
Queda por verse si la madurez y paciencia que hoy pregona pueden más que las dulces tentaciones del poder.