Gobernar no es solo atender necesidades del pueblo elector; es también el reparto de responsabilidades y deberes. El ejemplo lo tenemos con ocasión de los migrantes cubanos y la actividad de servicio del canciller, Manuel González.
Mejor dicho, el ejemplo de su señorío de servicio.
Gozamos, asimismo, del espíritu acogedor y humanitario del costarricense. El presidente lo ha dejado actuar: se consolida la democracia cuando se comparte el poder político. Si así se continuara, conoceríamos mejor a los ministros porque la concentración del poder minimiza el poder; delegarlo da mejores frutos.
Si el actual gobierno siguiera la práctica de compartir responsabilidades y deberes, sobrevendría un mayor progreso, aunque solo fuera por un corto tiempo. Se lograría una administración con más pausa y menos prisa; una administración menos concentrada en el peso de responderle a una masiva votación electoral ya disminuida e irrepetible, una votación real pero casuística.
Frenar la inteligencia verbal y desconcentrar el poder político es una tarea difícil de ejecutar, mas no imposible. Queremos unos ministros más actuantes y visibles, más coherencia entre el decir y el hacer, un aparato administrativo más flexible, hasta donde sea posible, disminuir el gasto en propaganda institucional y un mayor respeto al régimen de derecho imperante.
Afortunadamente, nuestra democracia no ha caído en esa farsa del socialismo del siglo XXI, pregonero de un populismo insolvente. Por el contrario, disfrutamos de un país de paz, donde los cambios pueden hacerse buscando la armonía de todos los factores, no el enfrentamiento y la discordia.
Si de responsabilidades y de deberes se trata, asumamos, personal y colectivamente, cuanto nos corresponda para ser mejores, y aprovechemos la madurez democrática y la paz social dominantes.
Si las responsabilidades y los deberes se delegan y se asumen, dirigidos a la consecución del bien de todos los factores implicados, vendrían muchos logros y habría menos callejones sin salida.
El cambio Costa Rica lo espera y se lo merece.
El autor es abogado.