Es de agradecer al señor Fraser Pirie R. su artículo publicado en estas mismas páginas el pasado 2 de julio, pues nos recuerda a los viejos la gran tarea de John Fitzgerald Kennedy, conocido popularmente como JFK, en defensa de la libertad y la democracia. Su trabajo tanto en Europa como en América como defensor de la libertad no puede ni debe ser olvidado cincuenta años después.
La gran determinación de JFK y su sentido histórico lo llevaron a un enfrentamiento casi suicida ante Nikita Khrushchev, en el que ambas superpotencias llegaron al punto más crítico de la Guerra Fría. La posibilidad de un conflicto armado convencional y el recurso disponible de pasar al uso de armas nucleares caló los huesos de quienes éramos niños en ese entonces y, sin duda, marcó nuestras vidas.
Coexistencia pacífica. Una semana antes de visitar Berlín, JFK había proclamado, sin embargo, la necesidad ya no de trabajar por la libertad individual frente a la planificación centralizada del bloque comunista, sino por la paz y su derivado inmediato: la coexistencia pacífica. Esta proclama la hizo en una universidad, la Universidad Americana, en Washington DC, quizás porque, como el mismo lo dijo, las universidades son auspicio de la luz y de la claridad del entendimiento para quienes buscan la verdad y para quienes quieren hacer ver su validez.
JFK no buscaba lo que él mismo denominó una Pax Americana, impuesta al mundo por las armas de guerra norteamericanas, buscaba una coexistencia pacífica.
Gracias, pues, por la remembranza del viaje triunfal de JFK a Berlín en compañía del general Clay.
Solo un último comentario: por temor a destruir el orgullo gremial de los pasteleros alemanes, quizás sea mejor recordar el paralelismo entre civis romanus sum y ser ciudadano berlinés simplemente como ich bin berliner … En esta me parece que Ted Sorensen le falló al gran líder.