Los miembros del equipo de gobierno, comenzando por el presidente Solís, deberían estar muy agradecidos con la divina Providencia o, si les fuera más aceptable, con natura.
La situación económica del país que heredaron era y es sumamente preocupante, pero por varios regalos providenciales ha resultado, hasta el momento, soportable. En efecto, una serie de déficits fiscales como los que hemos tenido en los últimos años y que esta administración ha hecho poco o nada por paliar habría tenido efectos adversos sensibles, si no fuera porque la posición de divisas del país es todavía cómoda. Y es cómoda no por esfuerzos nuestros, sino por circunstancias externas al Gobierno, que conviene tener presentes.
En primer lugar, están las bajas tasas de interés que operan actualmente en el mercado internacional. Esto le permite al Gobierno colocar títulos a tasas inusualmente bajas y, por tanto, hacen parecer soportable la carga de intereses sobre la deuda pública. Las bajas tasas internacionales también explican por qué mucha inversión financiera busca refugios como Costa Rica, donde se le reconoce más rentabilidad.
Precio del crudo. La Providencia también hizo que el precio internacional del petróleo se redujera a casi la mitad. Así, como maná caído del cielo, fue posible obtener un ahorro anual de divisas por concepto de factura petrolera, por un monto cercano a los $900 millones, y otro un poco más pequeño en costos de transporte.
Otra circunstancia es la bajísima inflación internacional, tan baja que en algunos países es negativa; es decir, el nivel general de precios ha bajado en vez de subir, y produce que el “componente importado” de la inflación local, que antaño fue importante, por ahora no lo sea. La disminución se refleja en una momentánea cómoda posición de divisas, que permite al Banco Central, si lo quisiera, operar incluso con un tipo de cambio fijo, lo cual –aunque es indebido– alegraría a muchos.
En las condiciones típicas del pasado, una cadena de altos déficits fiscales habría hecho presión sobre el stock de divisas, y el tipo de cambio habría subido. También sería mayor la inflación doméstica y el poder de compra del trabajador promedio habría bajado.
Pero al haber divisas casi en exceso, el fenómeno solo se traduce en un déficit de cuenta corriente de balanza de pagos, que algunos hasta considerarían teórico. Y, más bien, el gasto deficitario del Gobierno alimenta el consumo y el crecimiento de la economía.
Lluvia bienvenida. A lo anterior, la Providencia recién agregó unas inusuales lluvias veraniegas, que elevaron el nivel del agua de las represas que alimentan las plantas de producción de energía eléctrica, y se augura que no será necesario importar mucho diésel para producir cantidades importantes de la electricidad que requieren los hogares, el alumbrado público y las empresas.
Estas buenas noticias llaman a dar sinceras gracias al Eterno, pero también a no postergar la adopción de medidas correctivas para asegurar que, cuando las circunstancias externas vuelvan a su posición usual (e.g. tasas de interés más elevadas, menor flujo de divisas, precio del petróleo un poco más alto), no nos tomen con los pantalones bajos. De momento, el Gobierno no ha hecho mucho por reformar todo lo que nuestro país requiere, a pesar del entorno temporalmente favorable; el desempleo, factor que más explica la pobreza; y la desigualdad de ingresos entre las familias costarricenses, que en vez de bajar ha subido.
No debemos desaprovechar este veranillo otorgado por natura. Esta administración debe definir claramente la hoja de ruta para los tres años que le restan. No procede esperar a que sea el entorno el que continúe decidiendo por nosotros.
El autor es economista.