Costa Rica cuenta hoy con uno de los sistemas público-privados más avanzado y admirado en materia de promoción del comercio exterior y atracción de inversión extranjera directa productiva.
Ambas actividades son los eslabones de un proceso que ha sido exitoso aunque, sin duda, perfectible en el tiempo. En gran medida, los logros alcanzados hasta ahora se deben a quienes, a lo largo de décadas, perseveraron en una visión, su diseño y la ejecución de un modelo –costarricense– en estas dos materias.
Pioneros los ha habido a lo largo de más de siglo y medio, con mención especial a los caficultores costarricenses, que, muy tempranamente en nuestra historia como República, desarrollaron una vocación exportadora admirable para aquellos tiempos. Luego de ellos, en los diversos campos de la producción agrícola, pecuaria, industrial, del turismo, más recientemente de las nuevas tecnologías, son legiones los y las costarricenses que han dado contundentes contribuciones para alcanzar lo que hoy tenemos y que nos proponemos preservar, perfeccionar y profundizar.
Entre esos costarricenses destaca el aporte de don Samuel Guzowski, ministro de Comercio Exterior en los primeros años de la administración de don Miguel Ángel Rodríguez y a quien le correspondió la tarea –compleja y delicada– de poner en plena ejecución la Ley de Creación del Ministerio de Comercio Exterior y Atracción de Inversiones, así como de Procomer.
No fue tarea sencilla la que tuvo que realizar don Samuel; existía aún escasa claridad sobre las funciones especializadas de Comex en relación con las importantes tareas de otros dos ministerios: la Cancillería y el MEIC.
Precisamente, la labor de don Samuel sirvió para aclarar esas confusiones y darle al Ministerio y, lo que es más importante, al país y al sector de comercio exterior, su propia fisonomía y espacio dentro del Estado y en la relación con los sectores productivos e inversionistas nacionales y extranjeros.
Acometió su tarea con la caballerosidad que lo caracterizaba, pero con la determinación de quien estaba convencido de que la ruta de la integración de Costa Rica en las grandes corrientes globales del comercio y las inversiones, sería uno de los principales ejes del desarrollo nacional.
Concluyó su labor antes de que terminara la Administración en la que había sido nombrado dejando como legado de su gestión, además de la consolidación del sector que le correspondió liderar, la impronta de su honestidad y firmeza que dio respetabilidad a sus decisiones, éxitos en sus batallas y logros al país.
Hoy, tras su partida, es justo reconocer a uno de quienes, junto a muchos otros, construyó mucho más que la “obra gris” de una labor que nos proponemos continuar ampliando en beneficio de quienes aún no logran participar del proceso y tienen un gran potencial para hacerlo de manera exitosa.
Paz a la memoria de don Samuel, un saludo solidario a su estimable familia y gracias por su contribución al desarrollo de Costa Rica.