Muchos años atrás, cantones del sur del país como Buenos Aires y Coto Brus se caracterizaron por tener comunidades económicamente muy dinámicas, cuyo desarrollo fundamentalmente se basaba en la producción y comercialización de gran variedad y cantidad de productos agrícolas.
Con el paso de los años, esta situación cambió, y hoy en día el desempleo y la pobreza son un factor común en muchas de esas comunidades; donde la producción para autoconsumo, el trueque y el vender fiado se han convertido en los principales aliados para las familias de muchos de sus productores y comerciantes.
Abandono. Factores como el aparente abandono estatal y la débil gestión municipal, reflejadas en el pésimo estado de los caminos, el bajo nivel educativo de su población, el poco o nulo acceso a mercados, la inexistencia de fuentes de empleo; así como la vivencia durante los últimos 20 años de tres fenómenos económicos han provocado que esta problemática se agudizara cada vez más.
Los primeros dos fenómenos fueron: la crisis del café y el cese en la compra directa de granos básicos por parte del Consejo Nacional de Producción (CNP), ambos en los años 90.
La crisis fue de tal magnitud que el precio que se llegó a pagar por el grano no permitía cubrir los costos de manutención de las fincas, lo que llevó a muchos caficultores a abandonar parcial o totalmente su actividad, transformando así sus cafetales en pastizales con el fin de iniciar con la actividad ganadera.
Por otro lado que el CNP dejara de comprar directamente a los productores, generó que muchos de ellos dejaran de producir por falta de un mercado seguro para sus cosechas. Estas dos situaciones provocaron un desempleo tan alto, que muchas personas, desesperadas, decidieron emigrar a otros lugares en busca de ingresos, con los cuales mantener a sus familias.
El tercer fenómeno tiene que ver con la drástica desvalorización en el mercado local que ha sufrido en los últimos años el ganado en pie, y que según algunos ganaderos locales ha sido de hasta un 50%, lo que ha conllevado a que hoy en día muchos productores vendan un animal estrictamente por necesidad.
Desarrollo limitado. A estos tres fenómenos deben sumarse dos situaciones que restringen aún más el desarrollo de algunas poblaciones; la primera tiene que ver con la ley forestal, la cual limita en extrema medida el uso de la madera, al punto que familias pobres que cuentan con alguna tierra reforestada por ellos mismos, y que requieren urgentemente ese recurso para reparar sus maltrechas viviendas, no puedan hacer uso de él, debido a que los costos para obtener el permiso son muy altos, y, cuando logran obtenerlo, la cantidad de madera que se les permite utilizar es muy poca.
La segunda situación se relaciona con la mala planificación y poco control de algunas áreas protegidas, como es el caso del Parque Internacional La Amistad, ya que agricultores que viven y producen en tierra cercana a este, han visto como varios de sus animales son asesinados y sus plantaciones destrozadas por animales silvestres que bajan del parque.
Este escenario, así como el de otras comunidades rurales es en parte resultado de programas y políticas creadas e implantadas desde el centro del país, lo cual viene a ratificar la gran necesidad que tiene Costa Rica de descentralizar la toma de decisiones hacia los gobiernos locales, así como de ampliar sus capacidades y recursos.
Dichosamente para la zona sur, hoy se visualiza una luz al final del camino, ya que sus cantones más pobres, se encuentran inmersos en un programa de desarrollo rural, el cual cuenta aproximadamente con $8 millones, cuya administración está a cargo de los municipios, y donde sus organizaciones de base juegan un papel fundamental, lo cual representa una esperanza para la reactivación de sus economías y, por ende, para mejorar el desarrollo socioeconómico de todas sus poblaciones.