PEKÍN – La represión financiera (políticas de gobierno que crean un ambiente de tasas de interés bajas o negativas con el fin de generar financiamiento barato para el gasto público) ha sido desde hace mucho una característica clave de la política económica china. Sin embargo, esto está comenzando a cambiar, ahora que se están elevando los costos de financiar a las empresas.
Este año, el Consejo de Estado, como se denomina al gabinete chino, se propuso como principal prioridad bajar los costos de financiamiento de las empresas, especialmente las pequeñas y medianas (pymes). Por su parte, el Banco Popular Chino (BPCh) inició un cauto relajamiento monetario, el cual incluye liberar más fondos para que los bancos presten a una determinada proporción de pymes de su cartera total de préstamos. A través de su “anuncio de programa suplementario” el BPCh también ha comenzado a prestar directamente a bancos que hayan prometido destinar los fondos a la construcción de viviendas sociales.
Sin embargo, hasta ahora, las iniciativas por reducir los costos de financiamiento han tenido efectos limitados. De hecho, la tasa de interés ponderada promedio sobre el crédito bancario a empresas no financieras sigue siendo cercana al 7%, mientras que el crecimiento económico interanual ha descendido del 7,4% en el último trimestre a un 7,3% en el trimestre actual.
La situación quizás no sea crítica todavía, pero está lejos de ser la ideal, especialmente en momentos en que las autoridades chinas intentan emprender reformas estructurales. Hoy el BPCh se enfrenta a un dilema: si sigue relajando la política monetaria (por ejemplo, bajando la proporción de reservas que se exige a los bancos), puede ser que se pierda el momento justo para hacer la reestructuración, y no hay garantías de que la liquidez adicional vaya a fluir al sector real. Pero, si no da este paso, puede ser que la combinación de altas tasas de interés y un lento crecimiento hagan que la economía comience a caer en picado.
De hecho, el BPCh no tiene muchas más opciones que suavizar su política monetaria, pero puede evitar los riesgos de sus medidas, si las adopta en el marco de una estrategia más amplia y completa que dé cuenta de las causas subyacentes del aumento de los costos de financiación para las empresas.
El primer factor que los eleva es la desproporcionada rentabilidad de los bancos comerciales chinos (en promedio, más de un 23% para los principales cinco en el último año), lo cual representa cerca de un 35% de las ganancias totales de las 500 mayores compañías chinas. De hecho, el promedio para los bancos casi cuadruplica el del resto de las compañías chinas como un todo, cuya utilidad promedio es apenas poco más del 6%.
Más aún, la reducción del ritmo del crecimiento económico, las restricciones a la regulación prudencial y la elevación de los pasivos han hecho que los bancos adopten una actitud mucho más conservadora, exigiendo una prima significativamente más alta a los prestatarios, que ahora no solo deben ofrecer garantías que respalden su deuda sino a avales que se los garanticen. En muchos casos, los bancos exigen que un segundo grupo de garantes avale al primero. Este creciente temor al riesgo está haciendo que a las pymes les resulte mucho más difícil obtener préstamos de los bancos comerciales, obligándolas a recurrir a un sector bancario fantasma que no se encuentra adecuadamente regulado.
Mientras tanto, las constructoras y los vehículos de financiamiento de gobiernos locales, que ofrecen a los bancos un falso sentido de seguridad y garantía de rentabilidad, han pasado a ocupar parte importante de los recursos financieros. Y las instituciones financieras, especialmente los bancos, han estado usando una parte sustancial de sus fondos para arbitrajes (compras en simultáneo) financieros. Al reducir la cantidad de financiamiento disponible para las firmas regulares, especialmente pymes, estas actividades empujan al alza la tasa de interés promedio de los préstamos.
La liberalización de las tasas de interés está exacerbando la situación. China ya ha eliminado todos los controles a las tasas de interés de los préstamos. Y, aunque sigue guiando las tasas de interés a los depósitos, los bancos pueden evadir fácilmente estas normativas vendiendo a sus depositantes productos de gestión patrimonial no consignados en el balance, sobre los que no hay límite a las ganancias. Aumentar el costo de origen de los fondos eleva el costo de sus usos, es decir, el crédito a las empresas.
Finalmente, las actividades de los bancos chinos se ven obstaculizadas por regulaciones obsoletas e innecesarias, como cuánto crédito pueden conceder al año y el límite del 75% de la proporción entre préstamos y depósitos. Para evadir tales controles, los bancos han ido dejando de consignar en sus balances una creciente parte de sus préstamos, pero estos acaban por implicar a una mayor cantidad de intermediarios, lo cual eleva los costos de las transacciones.
De hecho, el creciente costo de la intermediación (producido, en gran parte, por las distorsiones del sistema financiero de China) es uno de los factores más importantes del alza de los costos de los préstamos para las empresas chinas. Por eso, una mayor suavización monetaria por parte del BPCh, si bien necesaria, no será suficiente.
Para reducir los costos del financiamiento a un nivel razonable que no socave el esfuerzo de reestructuración económica del país, la política monetaria debe combinarse con una reforma financiera concertada y bien diseñada. Solamente entonces, las pymes chinas lograrán acceso al financiamiento que necesitan para prosperar.
Yu Yongding, expresidente de la Sociedad China de Economía Mundial y director del Instituto de Economía y Política Mundial de la Academia China de Ciencias Sociales, cumplió funciones en el Comité de Política Monetaria del Banco Popular Chino entre el 2004 y el 2006. © Project Syndicate.