Sobre la base de mi experiencia como ministro de la Presidencia en la Administración 2006-2010, quiero compartir mi visión de los resultados positivos que obtuvimos. Le dimos un rumbo al país, intensificamos la inserción en la economía internacional, dignificamos la política exterior y alcanzamos metas extraordinarias en materia social. A esto se refiere el término “mesa servida”, como lo explico a continuación.
La Administración Arias Sánchez, heredando lo mejor de las administraciones anteriores, logró que los costarricenses volviesen a pensar en grande. En un corto plazo la ciudadanía cambió su actitud, de un espíritu derrotista pasó a enarbolar ideales y objetivos que la ennoblecieron y le hicieron trabajar en busca de mayores cuotas de bienestar. El entonces presidente, Óscar Arias Sánchez, lo expresó cuando dijo:
“El retorno de la confianza es el principal fruto que hoy ofrendo. Los costarricenses han vuelto a creer que es posible generar, desde la función pública, las condiciones propicias para atravesar las puertas del desarrollo; han vuelto a creer que este país no necesita favores, sino tan sólo una oportunidad para explotar su inmenso potencial”.
Los éxitos alcanzados por nuestra Administración no hubiesen sido posibles sin haber recuperado la confianza ciudadana. Se recobró el optimismo y se dieron soluciones a los desafíos nacionales.
Producción y apertura. Antes de mayo del 2006, el país había postergado la aprobación o rechazo del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos. Nos propusimos acabar con esa indecisión y lo logramos.
La discusión y aprobación del TLC y su agenda de implementación, así como el rompimiento de obsoletos monopolios públicos en telecomunicaciones y seguros, constituyen un hito en la Costa Rica de los últimos treinta años.
El Tratado con EE.UU, unido al establecido con Panamá y las negociaciones con China, Singapur y la Unión Europea, permitieron crear las condiciones para una importante expansión comercial que implicó el desafío de conquistar nuevos mercados de bienes y servicios con más de 2000 millones de personas. Como resultado de este esfuerzo la inversión extranjera directa alcanzó, en el 2008, dos mil millones de dólares.
El objetivo de insertarnos en la economía global se reforzó con una mayor democracia económica, fortaleciendo el Programa de Apoyo a la Micro- y Mediana Empresa, dándole rango constitucional al Movimiento Solidarista y elevando en un 300% los recursos destinados al agro.
Para enfrentar la crisis alimentaria mundial se puso en marcha un Plan Nacional de Alimentos que rescató la capacidad productiva de la agricultura y abasteció a nuestra población. A la vez, aumentamos en cinco veces la inversión en obra pública, llevándola del 0,4% del PIB en el 2005, al 2,15% en el 2009. Se atendieron más de 500 kilómetros de carreteras y más de 950 kilómetros de caminos de lastre. Terminamos la Costanera Sur y la carretera San José-Caldera, concesionamos el puerto de Caldera y los aeropuertos Juan Santamaría y Liberia, y dejamos lista la concesión del puerto de Limón.
Defender a la gente. Fue el bienestar de los que menos tienen nuestra prioridad. Leí un artículo del premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz, cuyo contenido refleja muchas de las ideas que nos inspiraron.
“En todas partes del mundo – explica Stiglitz– tenemos recursos subutilizados y enormes necesidades insatisfechas ('). En los Estados Unidos, en los últimos años, se ejecutaron más de siete millones de hipotecas, y ahora tenemos hogares vacíos y personas sin hogar”.
Estas palabras me recordaron nuestra exitosa política social que evitó los efectos destructivos de la grave crisis económica internacional. En Costa Rica no cerró ninguna empresa. No quebró ningún banco. No se desató la ola de desahucios que despojó de vivienda a millones de personas en el resto del mundo. Gracias a una política monetaria responsable se controló la inflación hasta alcanzar la cifra más baja desde 1971.
Hacia mediados de la gestión la pobreza se redujo en 3,5%, y en mayo del 2010 el porcentaje de personas por debajo de la línea de pobreza había disminuido en un 1,7%.
Nada de esto hubiese sido posible sin el plan Escudo, sin el programa Avancemos que llegó a cubrir a 166.000 jóvenes de escasos recursos y que el año 2009 invirtió ¢49.000 millones; sin el aumento de las pensiones del régimen no contributivo de la Caja, cuyo monto alcanzó en el 2010 los ¢98.000 millones; sin el 7,2% del PIB destinado a la educación pública; sin la dignificación salarial de maestros y policías; sin el aumento de los recursos económicos del Instituto Mixto de Ayuda Social que paso de ¢28.000 millones en 2006 a ¢111.000 millones en el 2010.
Utilizamos el 50% del gasto del Gobierno central en inversión social, siendo nuestra Administración, en toda la historia del país, la que que más recursos destinó al bienestar de la población. No creo que algún miembro de nuestro gabinete se arrepienta hoy de una obra social tan importante.
La inversión que realizamos significó un esfuerzo fiscal considerable, pero estoy convencido que ningún país debe sacrificar a su gente. Fuimos keynesianos, como lo fueron todos los Gobiernos que pensaron en su pueblo como prioridad. Gastamos con responsabilidad y al final de la Administración se tenía un déficit fiscal del 5% del PIB, la mitad del déficit de Estados Unidos y casi una tercera parte del que poseía Inglaterra.
Visión y valentía. En política exterior se establecieron relaciones diplomáticas con más de 20 naciones, incluidas China, Cuba y varios países árabes moderados; defendimos la causa palestina, presidimos el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas e introdujimos en el seno de la Asamblea General la discusión del Tratado sobre el Comercio de Armas; abrimos embajadas en China, India, Qatar y Singapur, y trasladamos nuestra embajada en Israel, de Jerusalén a Tel Aviv. Fue una política exterior valiente que nos vinculó a la paz y al multilateralismo.
Lo dicho es solo una pequeña muestra de los muchos resultados positivos que obtuvimos, y marcan un rumbo claro con méritos y éxitos innegables que debemos continuar, enriquecer y mejorar. El objetivo que nos inspiró y nos inspira es el bienestar de la gente, en especial el de quienes menos tienen. Cada paso que demos en la dirección correcta nos acerca a esa meta.