En estas semanas previas a la segunda ronda electoral para elegir al presidente de Costa Rica viene bien reflexionar sobre algunos principios que ayuden a orientar tanto nuestra decisión de voto como la gestión del próximo Gobierno.
Las reivindicaciones sociales (distribución del ingreso, la inclusión de los pobres, los derechos humanos) no surgen de pactos o de acuerdos, sino de acciones que responden a principios. La paz social no se logra por imposición de un sector sobre otro: es fruto del desarrollo integral y presupone responsabilidad ciudadana. Es un trabajo lento y arduo que consiste en desarrollar una cultura del encuentro en una pluriforme armonía como lo señala la exhortación apostólica Evangelii Gaudiu, emitida en el 2013 por el Papa Francisco.
Para orientar la acción, el papa propone cuatro principios cuando habla del bien común y la paz social. La paz social se construye día a día, no es fruto de un consenso de escritorio, sino que consiste en la instauración de un orden querido por Dios que comporta una justicia más perfecta entre los hombres. El ser ciudadano fiel es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral. Convertirse en “pueblo” requiere un proceso constante para cada generación. Hay que aprender a hacerlo.
Para avanzar en esta construcción de un pueblo en paz, justicia y fraternidad, el papa Francisco analiza en esos cuatro principios las tensiones bipolares, propias de toda realidad social.
Principios. 1. “El tiempo es superior al espacio”. Existe una tensión bipolar entre el tiempo y el espacio, entre la plenitud y el límite. El tiempo hace referencia a la plenitud como horizonte que se abre; el momento es el límite que se vive en un espacio acotado. Vivimos en tensión entre la coyuntura del momento y la luz del tiempo. De esta tensión surge este primer principio que permite trabajar a largo plazo sin obsesionarse por resultados inmediatos; ayuda a tener paciencia en situaciones difíciles y en los cambios de planes propios del dinamismo de la realidad; asume la tensión entre plenitud y límite, otorgando prioridad al tiempo.
Uno de los yerros que, a veces, se advierten en la actividad sociopolítica consiste en privilegiar los espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos, dice el Papa. Dar prioridad al espacio lleva a querer tener todo resuelto en el presente. Refleja actitudes de prepotencia, de toma de posesión, de poder y de autoafirmación pues impide, congela y detiene los procesos. Dar prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos, más que de poseer y dominar espacios.
El tiempo es el que rige los espacios, los ilumina, los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento. Una acción política responsable es la que se preocupa por generar procesos que construyan pueblo: no busca el resultado inmediato de un rédito político fácil, rápido y efímero porque sabe que estas acciones no construyen la plenitud humana y que es preciso tener presente el horizonte del tiempo para asumir los procesos posibles y el camino largo.
2. “La unidad prevalece sobre el conflicto”. El ciudadano fiel y el político responsable no ignoran ni disimulan el conflicto. Lo asumen sin dejarse atraparen él, porque perderían perspectiva, limitarían el horizonte del tiempo dejando la realidad fragmentada. Cuando nos detenemos en la coyuntura conflic-tiva, perdemos el sentido de la unidad profunda de la realidad. Solo los grandes espíritus son capaces de ir más allá de la superficie conflictiva para mirar a los demás en su dignidad más profunda. Este principio es indispensable para construir la amistad social pues reconoce que la unidad es siempre superior al conflicto.
La solidaridad se convierte en un modo de hacer historia, en un ámbito viviente donde los conflictos son capaces de alcanzar una unidad pluriforme que engendra nueva vida. El primer ámbito donde estamos llamados a lograr esa pacificación de las diferencias es la propia interioridad, la propia vida. La paz social no es asunto de una paz negociada sino de la convicción de un principio: la unidad el espíritu es capaz de armonizar todas las diferencias.
3. “La realidad es más importante que la idea”. Existe una tensión bipolar entre la idea y la realidad. La realidad simplemente es, mientras que la idea se elabora. Es preciso instaurar un diálogo constante entre las dos para evitar que la idea termine separándose de la realidad. La idea está en función de la captación, comprensión y conducción de la realidad. Una idea desconectada de la realidad origina idealismos ineficaces, incapaces de convocar. Lo que realmente convoca es la realidad iluminada por el razonamiento.
Globalización. 4. “El todo es superior a la parte”. Existe una bipolaridad entre globalización y localización. Es preciso prestar atención a lo global para no caer en la mezquindad, y no perder de vista lo local para poder caminar con los pies sobre la tierra. Las dos impiden caer en los extremos de vivir en un universalismo abstracto y globalizante como miméticos pasajeros del furgón de cola, admirando los fuegos artificiales del mundo que es de otros, con la boca abierta y aplausos programados; o de convertirse en un museo folclórico de ermitaños localistas incapaces de dejarse interpelar por lo diferente y de valorar la belleza que Dios derrama fuera de sus límites.
Este principio es más que la suma de globalización y localización. Lleva a no obsesionarse por cuestiones particulares, a ampliar la mirada, a hundir las raíces en la historia del propio lugar, a trabajar en lo pequeño y en lo cercano con perspectiva amplia, a conservar la identidad que no se anula cuando se integra a la comunidad.
El modelo que propone el Papa Francisco no es el de la esfera (que no es superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro sin diferencias entre unos y otros) sino el del poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad. La acción política está llamada a recoger en el poliedro lo mejor de cada uno.