Vivimos en un mundo extremo. Nuestros recursos naturales se encuentran bajo una presión sin precedentes, mientras mil millones de personas más se unen a la clase media global, y demandan más de todo.
La transparencia radical abre las operaciones y las cadenas de abastecimiento al escrutinio público y, más tangiblemente, el clima extremo rompe récords alrededor del planeta, afectando a millones de personas con un costo altísimo para el sector privado.
En el 2011, inundaciones históricas en Tailandia interrumpieron con gran impacto las cadenas de suministro de discos duros y vehículos en todo el mundo. En enero del 2013, las temperaturas extremas obligaron a los meteorólogos de Australia a agregar dos colores nuevos a los mapas del clima para identificar temperaturas que ahora alcanzan los 54 grados Celsius (129 grados Fahrenheit). La frecuencia de estos eventos climáticos extremos va en aumento.
Más personas están percibiendo estos extremos en su vida diaria; reconocen que el mundo está cambiando de una manera profunda. El año pasado, Dan Akerson, director general de GM, se retractó de la visión que tenía la empresa sobre la negación al cambio climático, diciendo que “era difícil refutarlo (…) y un poco difícil no estar convencido de que algo está sucediendo en el mundo”.
Akerson actuó con base en esta nueva convicción y enroló a GM en un grupo para la promoción de políticas proclima, uniéndose así a una creciente lista de empresas comprometidas, como Autodesk, eBay, Intel, Levi Strauss, Nestlé, Nike, Starbucks, Swiss Re, Timberland y Unilever.
Tanto las empresas como los individuos perciben las presiones económicas que surgen de un mundo más caliente y con menos y más caros recursos. El precio del algodón se incrementó 300% en un período de 18 meses. Los precios de los alimentos han experimentado oscilaciones dramáticas, creando una nueva crisis de hambre y generando un impacto profundo, tanto en las economías, como en las ganancias corporativas. Por ejemplo, los analistas de Morningstar calcularon que a Tyson Foods le costaría alimentar a sus pollos unos $700 millones más al año, una cantidad equivalente al ingreso neto anual de los productores de carne. No se trata de un error de aproximación, es una diferencia entre obtener utilidad o salir con pérdida.
Ningún país, ciudad o empresa puede ignorar esta nueva realidad de clima extremo y recursos caros. Los líderes políticos, CEO o directores generales que evitan reconocer y abordar de forma proactiva el tema, se consideran insensatos e irresponsables y no están actuando a favor del mejor interés de sus ciudadanos o accionistas.
Los vastos desafíos de este mundo drásticamente cambiado se pueden dividir en tres megadesafíos que debemos enfrentar hoy: cambio climático, restricción de recursos y demandas tecnológicas por más transparencia. Estas tres megafuerzas son las que llamo “más caliente, más escaso y más abierto”.
Considere las dos primeras fuerzas como condiciones no negociables del sistema, que debemos administrar para nuestra sobrevivencia y prosperidad. La tercera presión, un nuevo y profundo nivel de apertura, es más como un multiplicador que permite que todos vean y juzguen cómo las empresas y países están manejando las primeras dos.
Los tres megadesafíos trabajan al unísono y están cambiando de forma dramática lo que se conoce como “usual en el negocio”; incluso lo que consideraríamos “la vida normal”. Debido a que cada día ganan más fuerza estos desafíos, los ejecutivos deben decidir de manera rápida cómo navegar entre estas presiones.
Las realidades fundamentales biofísicas, tecnológicas y económicas que nos golpean crean “fosas” profundas y peligrosas para todas las organizaciones, pero también son enormes “cañones” de oportunidad para los que comprenden y pueden, de forma magistral, navegar a través de estos cambios.
Cada megadesafío incluye una megaoportunidad: la lucha contra el cambio climático es uno de los impulsores del incremento en la economía limpia (actualmente una inversión global de aproximadamente $250.000 millones anuales); la limitación de recursos sucede debido a la creciente nueva clase media que demanda estándares de vida más altos, más productos y servicios; y conectividad y transparencia, que son herramientas para la innovación abierta, que genera ideas nuevas y creatividad.
Desafortunadamente, las organizaciones actuales no han podido gerenciar la tarea y lucrarse de estos grandes cambios. Incluso haciendo a un lado los extremos de la naturaleza, el mundo de los negocios ha estado en una lucha para poder manejar el cambio que es constante y desestabilizador.
Las grandes amenazas para las empresas, de las que los estudiantes aprenden en la escuela de negocios, aún se mantienen en el entorno y con fuerte presencia: nuevos competidores con perturbadores modelos de negocio, cadenas de suministro sumamente complejas, crecientes requerimientos de clientes caprichosos y nuevas exigencias de trabajadores millennials que desean tener un trabajo con significado.
Si usted opta por una perspectiva puramente de fiscalización de estos desafíos, o bien, prefiere verlos a través de un lente enfocado en lo humano, algo está claro: hemos superado el punto de inflexión. Un debilitamiento de los pilares de nuestra infraestructura planetaria –un clima estable, aire y agua pura, biodiversidad saludable y recursos abundantes– le está costando dinero realmente a los negocios. Esto no es un escenario futurista ni un modelo para el debate, es una realidad ahora y amenaza nuestra capacidad de sostener una economía global en expansión.
Necesitamos un nuevo enfoque para preparar, evitar, administrar e incluso lucrarse de los desafíos que enfrentamos. Necesitamos crear organizaciones que ayuden a generar los cambios necesarios en nuestro sistema económico, desde adentro.
Estas nuevas empresas serán más resilientes, robustas y capaces de resurgir en tiempos de cambios rápidos. Pero para llegar allí, las empresas deben cambiar la forma en que operan de manera fundamental, empezando con un profundo cambio en su perspectiva.
Necesitamos un cambio radical en nuestra visión y saber que podemos enfrentar los desafíos rentablemente. Es un argumento de ambas vías, no el usual y supuesto “falso o verdadero” que se nos coloca frente a los promotores del cambio.
Las organizaciones ya no pueden abordar temas masivos como energía, clima, agua y desarrollo global y pobreza, solamente cuando cada iniciativa en análisis cumpla con una meta crítica predeterminada de alguna manera arbitraria. Debemos de darles vuelta a estas prioridades, ponerlas de cabeza.
Ese es el gran giro, el gran cambio… y no es negociable.
El autor es asesor empresarial.