Uno de los más finos momentos de antología en la última presentación de los Les Luthiers en Costa Rica, con ese mismo humor inesperado que genera carcajadas fáciles y limpias, fue la creación de una “comisión” que busca reescribir el himno nacional, como algunos quieren reescribir la Constitución creyendo que con ello resuelven los retos modernos del país.
El problema no está en la Constitución, sino en no obedecerla.
Para ello, según Les Luthiers, era fundamental cambiar el enemigo clásico de la epopeya emancipadora, por uno nuevo: Noruega. Hay que tener siempre un enemigo afuera, lejos, argumentan los comisionados para olvidar los descontentos internos y los problemas sin resolver en el mundo real de las personas.
La esencia del populismo a su más clásica receta retórica de sarampión infantil de una república banana latinoamericana. Exactamente, lo mismo sucedió con nuestra comisión nacional que se retiró del recinto de la Asamblea de las Naciones Unidas, frente al nuevo enemigo nacional: ¿Brasil?
Nuestra comisión salió pisando fuerte con la frente en alto por tan desafortunado insulto a la patria: made in Brazil. El mismo humor inesperado, aunque en este caso inapropiado. Ya no estaban en el Palacio de los Deportes, sino en la vida real.
Una cómica ocurrencia, “cantinflesca” escribiría el editorialista de La Nación, que se transformó en tragicomedia; mientras las verdaderas injusticias sociales de estos cuatro países acompañantes contra la libertad, la democracia, el Estado de derecho y el bien común de su gente se mantienen silenciados e impunes. Es selectiva la mirada y el juicio autorreferenciado.
Sutiles diferencias. Tengo la leve impresión de que el guionista no entendió las sutiles diferencias entre un chascarrillo callejero en Zapote y el foro más importante del planeta donde se dirimen, no se crean, las diferencias entre países.
Creyó que la misma manera de hacer política nacional es producto exportable a la arena internacional. En el nombre de los derechos humanos selectivos y mal entendidos, se hizo una odiosa parodia discriminatoria a otro país hermano; mientras se dejaban colar peores violaciones.
Hasta los expertos han quedado confundidos por tal ocurrencia: que si falta estrategia del gobierno, que si existe o no un grupo asesor, etc. El ministro de la Presidencia dice que sí existe. Sea esta la posibilidad más escabrosa de todas. Que efectivamente esa sea la estrategia desnudada por los hechos.
Terna. No se puede jugar con una tradición de neutralidad activa para convertirse en un mal momento o en una anécdota de choteo y pataleta infantil.
Para resolver tal desaguisado propongo, según la sana lectura de Les Luthiers, no pedir perdón a Brasil, solo fue una chorreada “intrascendente”, y como nuevo enemigo exterior propongo una terna producto de una sesuda reflexión personal: a Noruega, siguiendo a Les Luthiers; las Islas Vírgenes, porque va en contra de la nueva educación sexual; o tal vez Andorra, tiene demasiadas montañas, y eso es discriminatorio.
Hay algo más, finalmente. Lo que sucedió en Brasil con el impeachment, basado en sus principios constitucionales, nos guste o no, es demasiado parecido para ser anecdótico a la propuesta venezolana del referéndum revocatorio.
Los terribles muchachos del ALBA están preocupados por que se les aproxime el atardecer. No salieron del recinto, huyeron pensando que podría ser contagioso y epidémico y les pudiera suceder lo mismo: ser sacados legalmente del poder por sus propios ciudadanos, cansados de la corrupción de una impracticable revolución socialista del siglo XXI, carburada por la progresiva destrucción de la economía –dependiente del odioso petróleo capitalista–, de la legalidad, del Estado de derecho, de la soberanía y de la democracia.
Lo que no se entiende es qué le inquieta a nuestro presidente. Siendo historiador ¿de cómo pasará él a la historia?
El autor es escritor.