Si hay algo que no hace falta en este momento en Costa Rica, son más leyes de tránsito. Las tenemos para casi todas las situaciones. Lo que se necesita es que muchos usuarios de las vías públicas vuelvan a respetar las regulaciones existentes, y eso es algo en lo que todos pueden ayudar.
La poca capacidad de la Policía de Tránsito para hacer cumplir la ley y los problemas de congestionamiento vial, sobre todo en la Gran Área Metropolitana, hacen que una cantidad creciente de conductores tomen las leyes como sugerencias y no como un precepto dictado por la autoridad. No se teme romper las reglas porque pocas veces hay castigo.
Esto genera conductas como adelantar por el arcén, circular contravía, crear carriles imaginarios, irrespetar los semáforos y los límites de velocidad y conducir ebrio o drogado.
Caos. Lo que afirmo sucede todos los días. Si hay un solo acceso en la entrada de un puente. los infractores inventan dos, tres o cuatro carriles imaginarios para no hacer fila (es el caso de la ruta 32 sobre el río Virilla, en Tibás, cerca del estadio Saprissa).
Situaciones similares ocurren en la radial San Antonio de Belén-Santa Ana, en la fábrica Panasonic; o al final de la carretera 27, en el Gimnasio Nacional, donde se toma la calle 42; o en San Pedro de Montes de Oca, en la intersección para ingresar hacia Lourdes y Vargas Araya.
Cuando se le da campo a quien viola la ley se promueven las malas prácticas. ¡No hay que premiar el abuso con el consentimiento y la indiferencia! El mensaje que recibe el infractor es que puede seguir haciéndolo. Dicho lo anterior, no hay que dejar de ser corteses. De hecho, la cortesía es fundamental para que el tráfico fluya lo más ágil posible. Pero no hay que confundir esta con permisividad.
¡No hay que premiar el abuso con el consentimiento y la indiferencia! Con la ley no se juega. Se respeta.
No planteo, en ningún momento, que los ciudadanos tomen la ley en sus manos. Eso no debe suceder nunca, y la forma de evitarlo es que la autoridad funcione de manera efectiva, clara y contundente. Tal y como informó La Nación el 2 de agosto sobre el caso de la conductora que pagará ¢12 millones por atropellar a un tráfico. Los ciudadanos deben entender que con la ley no se juega. Se respeta.
Sin premio. Lo que sí deben hacer los ciudadanos es “no premiar” a quien cometa una infracción en sus narices. ¿Cómo? No dándole espacio para avanzar en detrimento de quienes sí cumplen con el ordenamiento vial.
¿Cómo se sentiría usted si en la fila de un banco, después de 20 minutos, cuando es su turno se le mete alguien sin hacer la fila? Lo primero que uno hace es llamar al guardia… pero ¿si no hay guardia? Pues apela uno a los demás en la fila para reclamar el atropello. Esto mismo es lo que debemos hacer con quienes violan el ordenamiento vial.
En la medida en que los abusadores sientan que su conducta no es tolerada, y no se les dé campo, empezarán a sopesar si conviene jugársela, y luego ser víctimas de su mala conducta. Su castigo será no poder avanzar por encima de los demás y recibirán el repudio general.
En algún momento se abogó por que era mejor darles campo a estos “vivazos” para evitar más filas y bloqueos. No estoy de acuerdo. Si el costo de hacer que se respete la ley es un poco más de presa (difícilmente), pues ese será el precio por pagar por hacernos de la vista gorda por tantos años en materia de tránsito.
Consenso. No se gana nada si quien maneja bien “no premia” a quien lo hace de forma incorrecta, pero las autoridades no actúan cuando ven a un abusador justo al frente. Los infractores se atienen a que los policías están muy ocupados con el congestionamiento y no los van a multar por esas malas prácticas. Pero si las autoridades aplican como se debe la ley, y la administración de justicia apoya con agilidad y decisión los esfuerzos por poner orden en las vías, las cosas cambiarán.
En momentos en que miles de personas se quejan en radio, televisión, prensa escrita y redes sociales por el caos en el tránsito, cabe preguntarse: ¿qué está haciendo cada uno de nosotros, conductores y peatones, por ayudar a resolver el problema?
Con nuestra conducta en carretera podemos marcar la diferencia cada día y cada momento. Hay que ser ágil, atento y cortés, pero al mismo tiempo no permitir ni premiar las malas prácticas. Se puede lograr tanto castigando al infractor no dándole campo, como con una aplicación más estricta de las leyes.
No toda la responsabilidad descansa en las autoridades. Los ciudadanos, como usuarios de las vías públicas, también tienen un alto grado de participación.
El autor es periodista.