Si fuera cierto que la dramaturgia del culebrón se ha perfeccionado tanto, eso significaría que pronto no existirán auténticos ejemplares de ese arte y habremos pasado por una inflexión similar a la que ocurrió cuando el cine mudo contrajo la enfermedad del sonido. El género del culebrón estaría, pues, desapareciendo; sin embargo, para solaz de los nostálgicos, en la vida real, dentro del marco de la política electoral costarricense, todavía es posible descubrir algunos culebrones fósiles en las pendencias y los conflictos de egos que escenifican internamente los partidos políticos, en especial los que pugnan sin éxito por superar el margen de error de las encuestas. Tan solo como ejemplo ilustrativo, tomemos el caso del naciente movimiento llamado Patria Nueva, en el que, a semanas contadas de la fecha de las elecciones, uno de sus candidatos a diputado decidió impugnar la designación, por el mismo grupo, del candidato a la presidencia. Aparte de las razones técnicas que pudiera haber detrás de la impugnación, y de la resolución que al respecto emita el TSE, se puede afirmar que la situación se asemeja a la que aparece en la película Poseidón cuando un descomunal sunami comienza a voltear un navío de crucero lleno de excursionistas. Y, claro, como ya vimos una vez la película, la catástrofe no nos para ni un pelo.
Se podría pensar que lo que hay aquí es una total carencia de base para la creación del movimiento político en cuestión, algo que, de todas maneras, se puede decir de casi todos los partidos inscritos para las próximas elecciones. Solo que, en el caso que comentamos, el desastre era previsible: desde el principio nos preguntábamos cómo hacían para convivir, bajo la misma tienda, dos conspicuos dirigentes, uno de los cuales, cuando era director del Sinart, intentó despojar de su tribuna de opinión al otro aplicándole métodos de persecución propios de una dictadura fascista o estalinista. ¿Acaso son inmortales las manos peludas?