Un nuevo contendiente irrumpe con fuerza en la recta final de las elecciones presidenciales de Costa Rica: las redes sociales devienen en estrategia de desmarque entre candidatos, según un reciente sondeo a favor de Luis Guillermo Solís, del PAC ( La Nación , 24/1/14).
Recordemos que la votación de Estados Unidos del 2008 redefinió las reglas de juego en la arena política con el protagonismo indiscutible de Internet, logrando lo apriorísticamente impensable: el primer afroamericano en la Casa Blanca. Barack Obama apostó al máximo por las plataformas digitales en su campaña y desbancó, primero, a la renombrada Hillary Clinton en su propio partido y, después, al republicano John McCain en un escenario de alternativas sin precedentes: un negro, una mujer y un anciano disputándose el gobierno del país más poderoso del mundo (un imperio dando sus últimos coletazos, de acuerdo con José Luis Sampedro). Y, como en la fábula de la tortuga y la liebre, ganó el que partió con menor ventaja inicial.
El caso es que la administración Obama se aficionó tanto a formar opinión que acabó incurriendo en espionajes electrónicos masivos, domésticos e internacionales (todavía escuecen las injerencias de la Agencia de Seguridad Nacional en Brasil, México y Alemania), de los que empezamos a conocer la punta del iceberg gracias a las filtraciones de Edward Snowden, pero ese es otro tema.
En la medida en que los medios de comunicación en línea (tecnologías de la llamada web 2.0) faciliten la interacción con la ciudadanía y permitan tomar el pulso a sus inquietudes, las campañas electorales los seguirán incorporando y mimando.
Espejismo. Sin embargo, estos oráculos modernos tienen mucho de espejismo: ni están todos los que son, ni son todos los que están (entre otros, en términos de acceso, participación o criterio), el derecho a la pataleta y ejercerlo frente a una pantalla no construye ni refuerza especialmente la democracia (una hora de ayuda sobre el terreno a la comunidad es más eficaz que tres enviando y recibiendo mensajes “inspiradores” para supuestamente ponerse manos a la obra) y, además, devociones y animadversiones suceden a menudo por ráfagas, reflejando el carácter veleta de nuestros afectos.
Resulta que la histeria por los trending topics ya fue anticipada por el decimonónico Émile Durkheim cuando acuñó el concepto de “efervescencia colectiva”, un modo de girar anímicamente a bordo de tiovivos maniobrados por la emoción.
Una investigación de la Universidad de Princeton, con base en las fases de expansión y desaparición de enfermedades infecciosas, concluye que Facebook perderá el 80% de sus actuales usuarios en tres años (siguiendo la estela de la defenestrada MySpace). Más allá de lo sensacionalista del pronóstico, no deja de resultar reveladora tanto la connotación epidemiológica de esa red (“la máquina de espionaje más horrorosa jamás inventada”, en palabras de Julian Assange) como su más que probable volatilidad en un mundo donde lo transitorio es lo único que permanece.
Vender la imagen. Cualquier aspirante a político profesional es un relaciones públicas que vende su imagen –unida a la que más le conviene de su país– en cuantos foros reales y virtuales tenga a su alcance. En este sentido, con buen tino Johnny Araya retiró su desafortunado eslogan “contráteme” con vistas a una promoción que le salió por la culata, pues toda contratación presupone por lógica la posibilidad de un despido, si no se cumplen las expectativas del contratante, esto es, del pueblo.
Y, para muchos, la destitución –seguramente por el hartazgo que producen los continuismos– llegó antes que la entrevista laboral con las urnas.
Paralelamente, las contradicciones flagrantes entre el candidato presidencial del Frente Amplio y la presidenta de dicho partido –cuyo patinazo sobre la regulación de la información es particularmente grave teniendo en cuenta que Costa Rica ostenta el honroso primer lugar en libertad de prensa de América Latina y el número18 a nivel mundial (de un total de 179 países), según el informe de Reporteros sin Fronteras correspondiente al año 2013– allanan el camino a quienes han sabido mantener un discurso más coherente y, sobre todo, un trabajo de fondo consistente.
Tampoco el Movimiento Libertario (empeñado en desteñir su neoliberalismo fundacional entre chalaneos) ni el PUSC (desestabilizado por disensiones internas desde la “renuncia al cubo” –muy acertadamente así descrita por Armando González– de su anterior candidato) parecen constituir mayores obstáculos para Luis Guillermo Solís: su mejor golpe de efecto en vísperas de los comicios es, redes sociales aparte, la torpeza de sus adversarios.