Cuando cursaba la escuela primaria, la niña Pilar Montero de Chaverri nos explicaba, con la ayuda de una pizarra negra y tiza blanca, el sistema solar y el orden de los planetas con respecto al Sol.
Plutón, nos decía, era el planeta más alejado del Sol y, por tanto, debería ser muy frío. Nada más se hablaba al respecto, hasta que viniera el examen.
Las inquietudes quedaban, y quien quisiera saber algo más podía hacerlo visitando la bellísima Biblioteca Nacional, en San José, cuyas bibliotecarias eran tan amables que casi le hacían a uno la mitad de la tarea.
Desafortunadamente, dicho edificio fue demolido a mazo y de él solo quedan unas gruesas piedras talladas, que actúan como muro de un apretado estacionamiento de vehículos.
Según los científicos, la temperatura media de Plutón es 218 grados centígrados bajo cero y el planeta posee otras características interesantes que vale la pena destacar. Un día en Plutón (su rotación) es de 153 horas; un año (lo que le toma darle la vuelta al Sol) es de 248 años terrestres. Quienes disfrutan el dormir al menos un tercio del día, o les da penilla decir cuál es su edad, de vivir en Plutón no tendrían problemas.
Es un planeta chiquito, tan chiquito que recién en el 2006 casi lo sacan de la lista de planetas y como gran cosa optaron por dejarlo, pero calificado como “planeta enano”.
Cinco para él. Chiquito pero matón, pues tiene no una, sino cinco lunas (satélites), con nombres tomados de la mitología griega que infunden miedo (pero esto es culpa de los humanos y no del pobre Plutón).
Estigia, que es el nombre de una de ellas, es uno de los ríos que separan la tierra del inframundo; Cerbero, otra, es el perro de tres cabezas guardián del inframundo. Caronte es el barquero o porteador de almas en su viaje al infierno que, por una moneda, llamada óbolo, las ayuda a cruzar el río. Los pobres, que carecen de óbolos, tienen que esperar cien años en la orilla del río para ser cruzados gratis por tan famoso y monopolista porteador. Plutón, valga decir, era el rey del Hades, la nebulosa morada de los muertos.
Caronte, con un diámetro casi la mitad del de Plutón, es su satélite más grande y tiene la propiedad de que rota a la misma velocidad que gira alrededor de aquel, lo cual implica que siempre le muestra la misma cara. En esto se parece a nuestra Luna, cuyo “lado escuro” (donde, entre otros, por no tener atmósfera, recibe el choque de objetos espaciales) no lo vemos desde aquí. Como considerada amiga, siempre muestra su lado bonito, no el sufrido.
Tal vez a esto se deba que el toro aquel siga enamorado de ella y que por las noches abandone la manada, quizá para cantarle una de las muchas canciones del repertorio: Luna de Xelajú , Luna de Ypacaraí , Blue Moon o, quizá más probable, Luna liberiana.
La órbita de Plutón no es circular, sino elíptica y muy excéntrica (algo así como la forma bidimensional de un huevo de gallina) lo cual implica que algunas veces está cerca del Sol y otras veces muy alejado.
Durante los 10 años anteriores a su mayor cercanía al Sol, y los 10 siguientes, Plutón no es el planeta más distante del Sol, pues ese papel lo toma Neptuno. Además, para terminar de impresionar a los humanos, dicen que Plutón es retrógrado, es decir: gira alrededor del Sol en sentido contrario a como lo hacen los otros planetas. Nada de esto nos lo dijo la niña Pilar, ni las señoras de la Biblioteca Nacional, pues entonces no se conocía.
El planeta enano volvió a los titulares porque después de un viaje de nueve años y medio, de casi 5.000 millones de kilómetros, la sonda New Horizons de la NASA, portando las cenizas de quien en 1930 lo descubriera, llegó a Plutón en julio de este año y desde allí mandó gran cantidad de imágenes del planeta enano y de Caronte, las cuales –aun cuando no todas han sido analizadas– para los científicos son de altísimo valor. Y para mi sobrino son “superchivas”.
Thelmo Vargas es economista, catedrático universitario, exministro de Hacienda y escritor. Su más reciente libro se intitula “Cualquiera tiempo pasado fue mejor”.